Reunión cumbre
Íñigo Díaz 4/2/2004
Tres líderes de conjuntos con tres puntos de vista jazzísticos opuestos unos de otros, se vieron las caras en esta Noche de Jazz que formó parte de los Festivales de Verano de Ñuñoa. No para competir, precisamente, sino para resolver a punta de solos e improvisación esta jornada musical ñuñoína, dado que ninguno de ellos fue incluido en el Providencia Jazz Festival.
Los tres, además de ser en sí mismos referencias de nuestro jazz actual, se han alineado en una trinchera que merece respeto total: jamás han dado su brazo a torcer en un medio donde los proyectos que no venden de inmediato, quedan relegados al patio trasero. Sus nombres, Pablo Lecaros, Carlos Silva y Cristián Cuturrufo.
Lecaros ofreció pasajes de su primogénito álbum “Quinto primero”, con el que ha sido nominado a los premios Altazor. Ha alcanzado un punto creativo tal que en nuestro medio el término “fusión” pareciera pertenecerle. En su grupo tocaron su hermano Mario en el piano bop y su sobrino Félix en el suministro continuo de swing en la batería. Pablo Lecaros interpretó algunas de sus famosas “tonadas jazzísticas” y “rumbias” (mezcla de rumba y cumbia), dando cuenta de una historia que para este bajista eléctrico comenzó hace más de 20 años con la fundación de grupos de fusión como Cometa, Macondo y La Marraqueta.
El pianista Carlos Silva, en cambio, se lanzó a la piscina sin saber si estaba llena. Cayó en la parte honda, donde había bastante agua. Su música está muy lejos de las audiencias masivas como las de aquella noche. Lo suyo son los espacios reducidos y un público conocedor de la música de vanguardia. Por eso no extrañó que una buena porción del auditorio se retirara al escuchar tan “extrañas” improvisaciones. Silva está volcado al jazz avant-garde con su nuevo trío, con el que desde hace un tiempo no toca temas, sino series de 30 minutos ininterrumpidos. O más. Aunque él lo dudaba en un comienzo, se retiró en medio de una ovación.
El cierre corrió por parte de una de las más consolidadas estrellas del bop criollo. De estos tres solistas congregados a la reunión cumbre de Ñuñoa, posiblemente el trompetista Cuturrufo sea el único que no tiene que desdoblarse a la enseñanza para ganarse la vida. Graba discos cada año, modifica sus quintetos según lo requiera su sonido y va de gira por Europa. Un líder de tomo y lomo. Su nuevo jazztet (con el magnífico Marlon Romero al piano y un consistente Carlos Cortés en la batería) puso la nota bebop para levantar al público antes de la caída del telón con una afilada versión de “Footprints”, de Wayne Shorter.