Beyoncé y compañía
Mujeres chilenas también cantan R&B
En 2003 Alicia Keys acaparó los Grammy. Ahora fue el turno de Beyoncé Knowles. Dos estilos para un mismo sonido: el rhythm & blues, que, tanto o más que el rock, genera divisas y estrellas, como Missy Elliott, Mary J. Blige y Macy Gray. Son las divas del R&B mundial que ya hay que conocer.
David Ponce y Paulina Cabanillas 20/2/2004
Pasó una semana entre la noche en que Janet Jackson escandalizó por televisión a EE.UU. con su muy parcial desnudo en el evento futbolero Superbowl y la noche en que Beyoncé Knowles se coronó como nueva patrona de los premios Grammy. Dos hitos pop: para una el infierno, para otra el cielo. Es demasiado, desde luego. La polémica por los milímetros de piel que mostró Jackson en el Super Tazón es más ridícula aún que la expresión Super Tazón, si algo así es posible; y Beyoncé no habría sido posible sin que antes Janet apareciera en el R&B.
R&B, abreviatura de rhythm & blues, no es una sigla familiar en Chile. Ni siquiera lo fue en los 80, cuando el trabajo de las radios FM y de Magnetoscopio Musical en TVN se limitaba a repetir el ranking de Billboard. Pero en su origen rhythm & blues es lo mismo que rock & roll: así se llamaba ese ritmo antes de que lo empezaran a cantar Elvis Presley y otros blancos en los 50. Hoy la diferencia racial es menor. R&B son los rankings de pop afroamericano en EE.UU., donde caben por igual Whitney Houston, Toni Braxton o Janet Jackson junto a Mariah Carey, Jennifer Lopez o Christina Aguilera.
Beyoncé es el modelo de este año. Y no está sola. Alicia Keys, Missy Elliot, Mary J. Blige o Macy Gray balancean además, cada una a su modo, el hip-hop y el soul en la legión R&B.
Beyoncé, la elegida
Como un auditor despierto puede notar, "Crazy in love", el mejor single radial de 2003, es una canción que no parte nunca. Y eso es lo mejor que tiene. Empieza con todos los niveles altos, luego empieza de nuevo, una y otra vez: una joya de arquitectura pop que revuelve estrofas y estribillos en un solo coro demoledor, mientras en el video Beyoncé avanza hasta comerse la cámara, luego ya se está revolcando como un animal y en cuestión de segundos tiene al mundo a sus pies.
Beyoncé, la elegida, ganó cinco premios Grammy la semana pasada y puso la atención de los focos en la industria del R&B. Si EE.UU. ha importado a Britney Spears o Christina Aguilera al mundo, para su consumo interno cuenta con una gama de divas tanto o más amplia, que tiene ya hasta su propio panteón. Por ejemplo, Aaliyah era una superestrella pop cuando murió en un accidente aéreo mientras iba a filmar un video a las Bahamas en agosto de 2001. Tenía 22 años. Y, por ejemplo, a los treinta años Lisa Left Eye Lopez estaba consagrada cuando acabó con su vida en un accidente carretero en Honduras en abril de 2002, en otra noticia que devastó a los fans del R&B y de su grupo, el trío vocal TLC.
Para entonces un nuevo trío de chicas había asaltado al mundo desde la banda sonora de "Los ángeles de Charlie" (2000): eran Destiny''''s Child, el primer hogar de Beyoncé Knowles. Tras cuatro discos y seis años de carrera, la cantante estuvo lista para andar sola. Y su álbum debut, "Dangerously in love" (2003), es mucho más que ese videoclip demoledor. Además del virtuosismo vocal que muestra en canciones como "Me, myself and I", Beyoncé llega a transformarse en "Be with you" en la Donna Summer amatoria del clásico LP "Love to love you baby" (1975) e invita a la rapera Missy Elliott a poner audacia extra en "Signs".
Detrás de toda gran mujer hay un gran hombre. O un equipo de ellos. En su disco hay invitados de lujo como los raperos Sean Paul, nuevo abanderado del raggamuffin; Big Boi, del sensacional dúo Outkast, y Jay-Z, que es el novio de la anfitriona y rapea a su lado en "Crazy in love". Y el hombre fuerte es su padre, Mathew Knowles. Tras dirigir la carrera de Destiny''''''''s Child, el señor Knowles sigue a cargo de la producción ejecutiva del nuevo disco junto a la propia Beyoncé. Basta seguir de la largo en el CD y descubrir la pista escondida que ella canta al final: está dedicada a su padre y se llama "Daddy". Dulce.
Alicia Keys, la estilizada
Los primeros noventa segundos de su nuevo disco bastan para saber quién es Alicia Keys. Primero suena un piano tocado con sofisticación, que muestra a la niña genio que escuchaba a Mozart y Chopin. Luego se oyen los sonidos del aire que respiraba en el barrio donde creció: Hell''''s Kitchen, uno de los barrios más peligrosos de Nueva York.
Podría haber sido pandillera, pero prefirió asistir a la Professional Performing Arts High School, encerrarse en su pieza a estudiar piano durante diez años e interpretar con fruición a los clásicos. Y los sonidos más urbanos y callejeros también apasionan a Alicia Keys, como el soul setentero de Marvin Gaye y Roberta Flack y el hip-hop y el gansta-rap de Biggie Smalls, 2Pac y Wu-Tang Clan.
A los quince años comenzaron las ofertas. Ante el intento de los productores por cambiar su estilo refinado por el beat de moda, Keys respondía con una rotunda negativa. Sólo seis años más tarde apareció "Songs in A minor" (2001), su primer disco. Su éxito fue arrollador: vendió diez millones de copias y, un año antes que Beyoncé, fue la triunfadora de los Grammy pasados, con otros cinco gramófonos.
En una industria de divas perfectas, Keys no necesita mostrar más piel de la necesaria, ser una sexy bailarina ni tener a un sudado cuerpo de baile moviéndose al ritmo de sus canciones. Esta antítesis de Beyoncé se caracteriza por una sensualidad más misteriosa que obvia y por actuar acompañada de su piano y sus músicos. En su nuevo disco, "The diary of Alicia Keys" (2003), vuelve a demostrar que su lugar es más el de compositora y cantante que el de una showoman.
Macy Gray, la instintiva
Sus compañeros de colegio se reían de su voz: la comparaban con la del Pato Lucas o, en el mejor de los casos, con una Minnie Mouse carreteada. Pero Macy Gray estudió piano siete años, escuchó a Marvin Gaye y Aretha Franklin y, pese a cierta aversión por su timbre vocal, empezó a cantar. Con su primer disco, "On how life is" (1998), impuso la canción "I try" y ganó el Grammy como mejor artista femenina pop.
Mientras hacía polémica por sus trajes extravagantes y coloridos o por cambiar la letra del himno nacional estadounidense, sacó un segundo disco, "The id" (2001), titulado con un término de Sigmund Freud que alude en inglés a la parte del inconsciente que alimenta los impulsos instintivos y la satisfacción de las necesidades más primitivas. Y remató su mezcla del soul, rock, hip-hop y música disco en el reciente "The trouble with being myself" (2003). Las letras, todas escritas por ella, son historias de amor, odio o infancia, con el humor propio del febril universo que hay en su cabeza. Es el problema de ser Macy Gray. Como acaba de confesar al diario español El Mundo: "Me apasiona robar. Mira estos anillos, son mi último botín. Y soy mucho mejor que Winona Ryder. A ella la pillaron. A mí no".
Mary J. Blige, la aplicada
Sting la escogió para cantar a dúo: es la voz de Mary J. Blige la que se oye en "Whenever I say your name", una de las canciones de "Sacred", el nuevo disco del cantante inglés. Ella es capaz de cruzar esa clase de fronteras: cuando el R&B ya se mezcla sin prejuicios con el hip-hop, Mary J. Blige va más allá y apunta al pop para adultos.
A sus 34 años y con siete discos grabados, Mary J. aparece como la más versátil entre sus pares, capaz de rimar y cantar, o de vibrar y susurrar, con igual estilo en discos recientes como "No more drama" (2001) y "Love & life" (2003). El Midas del hip-hop, Sean Combs, (a) Puff Diddy, la apadrinó desde su primer disco en 1992 y rapea a su lado en "No more drama", mientras en su nuevo disco ella se rodea con la selecta escolta rapera de 50 Cent, Jay-Z y Method Man. Y si tiene que escoger a una colega, la encuentra en el lado B: a Mary J. Blige le gusta la estadounidense Jill Scott. "Ella viene de un sonido que ya no existe y lo puso en un disco", comenta. Además tiene buen gusto.
Missy Elliot, la deslenguada
En ese ramillete de mujeres que se juntó a regrabar el éxito "Lady Marmalade" para la banda sonora de "Moulin Rouge" estaba claro cuál de todas tenía más jinetas. No era ni Christina Aguilera. Tmpoco Pink, ni Mya, ni Lil''''Kim: era Missy Elliot, primero rapera, también cantante y siempre deslenguada.
Su apodo lo corrobora: al comienzo de su carrera, iniciada con el disco "Supa dupa fly" (1997), ella era Missy Misdemeanor Elliot. Donde "misdemeanor" significa "fechoría". En sus últimos dos discos, "Under construction" (2002) y "This is not a test!" (2003), la artista firma Missy Elliott a secas, pero se sigue dando licencia para desordenar. Su nuevo single, "Pass that dutch", es una repetición sin vergüenza de su anterior éxito, "Work it", y en él la rapera revuelve con igual falta de respeto a Michael Jackson y Saddam Hussein. Además figura como invitada en el nuevo disco de Beyoncé y también ha grabado con Mary J. Blige y la aludida Lil''''Kim, entre otras. El hip-hop no sería lo mismo sin ella.
Mujeres chilenas también cantan R&B