Festival Ruso en Verano
Gilberto Ponce 26/2/2004
Con un Festival de Música Rusa se dio inicio a la Temporada de Conciertos de Extensión de la Orquesta Filarmónica de Santiago, que se realiza habitualmente en diversas iglesias de la capital. Conciertos que cuentan con un público fiel y entusiasta, que desde temprano llega a las iglesias para obtener una mejor ubicación.
Aunque los programas no son demasiado extensos y cuentan con obras de fácil acceso a cualquier tipo de público, no se trata por ello de obras sencillas.
El Concierto al que nos referimos se ofreció en la hermosa Iglesia de la Recoleta Domínica, que posee una acústica reverberante que a veces conspira en contra de la interpretación.
José Luis Domínguez estuvo a cargo de la dirección, con la solvencia habitual y demostrando la comunicación existente entre él y los músicos. Sus gestos son seguidos con atención y disciplina, más aún cuando la acústica impide a los músicos tener referentes auditivos que les permitan tocar con tranquilidad. En estos casos el gesto del director es fundamental para evitar accidentes en la ejecución.
Se escuchó primeramente la famosa “Obertura 1812”, de P. I. Tchaikovsky, una de sus obras más famosas, y que goza de una popularidad inmensa. Como se sabe la obra fue escrita para celebrar la derrota de Napoleón en su intento de someter a Rusia. En ella se mezclan música religiosa y folklórica rusa, el himno del Zar y fragmentos de la Marsellesa, tratándose de un verdadero Poema Sinfónico, que describe desde el temor y las súplicas del pueblo ruso ante la inminente invasión, los avances de las tropas francesas, y finalmente la batalla final, con la victoria, que se traduce musicalmente en una apoteosis con cañones y campanas, acompañando a la orquesta. La versión enfatizó lo bélico y triunfante, teniendo como contraste, la hermosa melodía de los violines, que respondieron estupendamente. Interesante fue el recurso de ubicar a los Tam Tam que reemplazan a los cañones un tanto alejados de la orquesta, pues provoca un efecto interesante; la respuesta del público fue delirante.
El Adagio de la Segunda Sinfonía de Rachmaninov, sirvió de homenaje a Sara Meza, la recientemente fallecida primer violín de la orquesta. Fue una interpretación llena de sentimiento y expresividad, donde cada uno de los intérpretes puso lo mejor de sí para obtener una emotiva interpretación.
La “Danza del Sable”, de Khachaturian, no resultó favorecida con la acústica. Sus ritmos, síncopas y contrastes dinámicos se perdieron en muchos momentos, a pesar de los gestos del director. La velocidad para esa acústica fue demasiada, esto no impidió el entusiasmo con que la recibió el público.
“Capricho Italiano”, de Tchaikovsky, obra con que el compositor respondió al entusiasmo que le provocó su visita a Italia, y que recoge canciones y bailes populares italianos, continuó el programa. La orquesta respondió excelentemente a los requerimientos del director que le imprimió un carácter festivo y carnavalesco, que entusiasmó a los asistentes.
Un verdadero desafío fue el cierre del programa, el Allegro Vivace, de la Sexta Sinfonía de Tchaikovsky, su última y más dolorosa obra, la que por su carácter se la conoce como “Patética”. Este movimiento, que a pesar de su rapidez no excluye lo dramático en su mensaje, fue interpretado a una velocidad que resiste una sala de conciertos, pero con esta acústica es difícil obtener claridad en las frases y en los juegos melódicos entre los diversos instrumentos. No obstante lo anterior, debemos decir en justicia que la orquesta respondió con una disciplina ejemplar, y el director se vio obligado más bien a concertar cada familia de instrumentos, que a entregar una versión que respondiera al espíritu que el autor quiso para la obra. Sería interesante escuchar en condiciones más favorables la obra completa, dirigida por este mismo director.
Como consideración final quisiéramos decir que, como se trata de conciertos de extensión, son muy importantes los comentarios a cada una de las obras que se interpretarán. No hay que olvidar que asiste mucho público que por primera vez escucha un concierto, y que necesita alguna información para gozar mejor del programa. Pensamos que José Luis Domínguez, por muy buen director que sea, no posee las condiciones para hacerlo. La Corporación Cultural debiera preocuparse de cerrar bien esta loable iniciativa, volviendo a colocar a personas que lo harían muy bien, logrando un agradecimiento mayor del público que asiste a estos conciertos. Patricio Bañados tiene una larga trayectoria y posee la cultura necesaria para realizar un muy buen papel.