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En la plataforma antigravitacional

22 de Marzo de 2004 | 00:00 |
Íñigo Díaz

Ciento sesenta personas un lunes por la noche describen a seis columnas un sorprendente fenómeno de convocatoria que tiene al grupo Akinetón Retard convertido en una vedette exuberante y emplumada, la estrella pop de la música experimental, el chico de la tapa de la revista que todos quieren tener en casa. Cualquiera de estas referencias puede dar con una representación cercana de la banda, pero lo único realmente cierto es que este quinteto de músicos anticonvencionales conforman con largueza el proyecto de vanguardia más contundente de la actualidad. No hay otro que se le iguale. Ni en historia, ni en punto de vista, ni grabaciones, ni en autogestión.

Luego de ganar un proyecto Dirac, Akinetón Retard se encuentra ad portas de despegar en un airbus hacia una gran gira musical por Europa ("Eurotour 2004"). Tras la experiencia del cuarteto indie rock Congelador, que se instaló en las carreteras del Viejo Mundo en noviembre de 2003, el turno es ahora para estos músicos de laboratorio, partituras y demencia precoz. La diferencia es que Akinetón Retard estará seis meses dando vueltas y rebotando por las capitales europeas más recomendadas, aunque también en las ciudades del patio trasero del continente. Entre estas invitaciones destacan el Freakshow Rock Festival de la alemana Wurzburg y el ProgSud Festival marsellés (además de la escala antes de regresar a Santiago, en el Festival de Freejazz de Recife, Brasil, donde actuarán junto al mítico guitarrista de Os Mutantes, Sergio Dias).

Todo un preámbulo que resulta muy necesario antes de reconocer que actuaciones como la acaba de ofrecer Akinetón Retard en la inauguración del proyecto "Plataforma Antigravitacional" (una subsección dentro del programa Perdidos en el Espacio, de la radio de la U), ponen a la música de vanguardia actual en una categoría estética que merece las mismas páginas de diario que cualquiera de las figuras del pop de turno. Fue esta actuación la última vez que este grupo surgido desde un subterráneo infecto de la Facultad de Artes de la U en 1994 vistió a la vieja usanza de las orquestas tropicales de los años 50. Guayaberas anaranjadas como uniforme colérico para acompañar las series promocionales de su tercer álbum 21 canapés.

La banda expuso una larga pincelada a su historia discográfica (pronto se editará un cuarto álbum llamado Akinetón ao vivo, con tomas maestras obtenidas de tres actuaciones recientes), instalando en el escenario a sus adelantados músicos, todos de orígenes muy diversos. El compositor y guitarrista Vicente García-Huidobro (Tanderal Anfurness) proviene del rock; el saxofonista soprano y tenor Leonardo Arias (Estratos Akrias) de la improvisación; el contrabajista Rolando Jeldrés (Lectra Celdrëj) de la música docta; y el saxofonista alto Edén Carrasco y el baterista Cristián Bidart (Bolshek Tradib) del jazz. Juntos son dinamita. Y en la clave que sea: bop progresivo ("Pilotos de califont", "Mamut y milodones"), música experimental esquizoide ("Copenhaguen schtorba", "Primogenia satiria") o aquellos escalofriantes homenajes para músicos como el compositor italiano Ennio Morricone y el saxofonista del movimiento M-Base Steve Coleman ("Morricoleman"). La banda más importante de nuestros subterráneos tiene hoy lo que merece: un reconocimiento explícito y abierto desde Europa. Y los aplausos cerrados de una Sala Master a tablero vuelto, por cierto.