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Sinfónica, Neruda y México 19/4/2004

21 de Abril de 2004 | 19:55 |
Sinfónica, Neruda y México

Gilberto Ponce 19/4/2004

Rodolfo Fischer estuvo al frente de la Sinfónica en el tercer programa dedicado a la memoria del poeta. Su batuta clara y precisa, condujo a la orquesta a momentos realmente notables.

“Sensemayá”, de Silvestre Revueltas, abrió la jornada. Los juegos dinámicos y tímbricos de la obra fueron subrayados por el director, obteniendo un muy buen resultado.

Dos obras para piano y orquesta completaron la primera parte, ambas con lenguajes contrastantes y bien representativas de sus autores. Ambas además exigen que sus solistas posean fuego interpretativo. Beatrice Berthold, joven pianista alemana, no mostró en esta ocasión esa característica. Posee técnica, con errores mínimos, pero mostró una cierta distancia hacia las obras que no logró entusiasmar al público.

El “Rondó brillante”, de Felix Mendelssohn, es una obra que requiere de fuerza, sutileza y una perfecta comunión con la orquesta. Ésta acompañó muy bien, siguiendo las instrucciones de Fischer, no obstante, la intérprete hizo su trabajo en forma correcta, pero distante.

La “Burlesca” para piano y orquesta de Richard Strauss es una obra que explota al máximo las posibilidades del piano y de la orquesta, en particular con el timbal, que en este caso es un solista más. Debemos en justicia destacar la participación del primer percusionista de la orquesta, de tan excelente desempeño, que la solista, le hizo entrega del ramo de flores que le obsequiaron a ella, como reconocimiento a su labor.

Una vez más, Beatrice Berthold no estuvo a la altura requerida, aunque pareciera ser más afín con este tipo de obra, que es esencialmente virtuosa y que exige derroche de técnica. La “Burlesca” en re menor obliga al solista ir desde los juegos a la pasión, pasando por momentos de gran lirismo, probablemente en algunos años más, alcance la madurez, que le permita expresarse convincentemente.

Con textos de las “Alturas de Macchu Picchu”, León Schidlowsky, compuso “Yo vengo a hablar”, para narrador y orquesta. Su lenguaje va desde el expresionismo, al atonalismo, pasando por unas alusiones a melodías incas, usando para ello una gran orquesta, muy bien trabajada en sus posibilidades. Mario Lorca fue un eficiente narrador, al que además el compositor respeta orquestando adecuadamente en sus intervenciones. La obra logra mantener el interés del auditor por la variedad de recursos usados y, sin duda, por la excelente interpretación de Fischer y la Sinfónica.

Bastante atronadora es “La Noche de los Mayas”, también de Revueltas. En casi todas sus partes usa no sólo la orquesta completa con todas las percusiones posibles, sino que además incluye una caracola marina que fue tocada por uno de los trombones. En su desarrollo posee juegos dinámicos muy interesantes. Su tercera parte pareciera ser un nocturno, por lo sutil que es y por las sugerencias dadas por las melodías de carácter folclórico que se incluyen en ella. El final es verdaderamente apoteósico y bastante primitivo, lo que nos hace recordar a Stravinsky, y su “Consagración de la Primavera”. Fischer y la orquesta consiguieron un triunfo con su interpretación.

Buen gesto el de los músicos de la agrupación, al aplaudir el desempeño del director invitado, que es uno de los grandes de nuestro país, a pesar de su juventud.
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