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Fin del ciclo Neruda y triunfo de Brahms 25/4/2004

28 de Abril de 2004 | 18:22 |
Fin del ciclo Neruda y triunfo de Brahms

Gilberto Ponce 25/4/2004

Concierto del sábado 24 de abril.

En el último de los conciertos que Orquesta Sinfónica dedicó al centenario de Neruda, se escucharon dos obras de autores nacionales, Juan Orrego Salas y Fernando García en contraste con obras de Mendelssohn y Brahms.

Abrió el programa la cantata “América, no en vano invocamos tu nombre” de Orrego Salas. Esta obra había sido estrenada, por los mismos conjuntos de este concierto, bajo la dirección de Víctor Tevah, en la década de los 60.

Lo sorprendente de la obra es que siendo su autor director de coros, además de compositor de obras corales donde se observa un profundo conocimiento en el tratamiento de las voces, nada de eso se percibe en esta cantata. Tanto el coro masculino como los solistas reciben un tratamiento que podríamos considerar agresivo.

Parece ser que Orrego Salas escribió para una inmensa masa vocal y no para un coro sinfónico normal. El barítono (Leonardo Aguilar) prácticamente no se escuchó, tapado por la enorme orquesta, situación similar sufrió el coro. La única que logró un resultado encomiable fue Myriam Singer (soprano) que sorteó con seguridad y firme voz todas las tremendas dificultades de la partitura.

El comienzo hace pensar en una obra que nos llevará a mundos nerudianos a través de fórmulas contemporáneas de composición. Luego se torna divagante y desconcertante. Sus tres partes se tornan excesivamente largas.

Las voces masculinas del Coro Sinfónico de la Universidad de Chile, dirigidas por Hugo Villarroel, realizaron un buen trabajo, en una obra de dificultades poco gratificantes.

Leonardo Aguilar no posee las condiciones vocales para enfrentar este tipo de obras, pues su volumen es pequeño. En los dúos con la soprano “se le vio cantar” pero no fue posible escucharle. Ya lo dijimos. Myriam Singer, con su profesionalismo reconocido, fue la real triunfadora, en una obra bastante ingrata, que no es representativa de la calidad como compositor de Juan Orrego Salas.

Del Pino realizó una gran labor, tratando de dar forma a esta obra de lenguajes tan heterogéneos como dispersos, extrayendo lo mejor de ella.

Cerró la primera parte, el concierto para violín y piano de Felix Mendelssohn, obra escrita por su autor a los 14 años. Actuaron como solistas Stefania Mormone en piano y Sergej Krylov, en violín, ambos con un reconocido prestigio. Se trata de una obra bastante ingeniosa y grata de escuchar, en tres movimientos, que permiten aquilatar la solvencia de los solistas. Ambos transitaron sin problemas por los diversos diálogos entre piano y violín y su orquesta acompañante, en este caso las cuerdas de la Sinfónica, con un excelente acompañamiento de Del Pino.

Fernando García escribió con ocasión del traslado de los restos de Neruda a Isla Negra, “Se unen la Tierra y el Hombre”, para gran orquesta, con la voz grabada del poeta. García posee un lenguaje musical bastante identificable, destacándose por orquestaciones bien realizadas y el uso de la voz con bastante conocimiento. En general se trata de obras poderosas que, por su estructura, quedan en el recuerdo. Lo único objetable fue la grabación de la voz de Neruda, que se escuchó bastante mal quedando asimilada al sonido orquestal sin entenderse los textos, como pensamos quiso el autor. David del Pino condujo a la orquesta con batuta certera, logrando muy buenos resultados en los contrastes dinámicos, como en los momentos “aleatorios”.

El concierto para violín y orquesta Op. 77 de Johannes Brahms es uno de los más célebres de todos lo tiempos. Involucra grandes dificultades tanto para el intérprete, como para la orquesta, que debe interactuar afiatada y permanentemente con éste. En la consecución de este objetivo, el director debe tener la suficiente ductilidad para guiar a la orquesta en una labor comunitaria con el solista.

Sergej Krylov es un gran violinista y, a pesar de su juventud (34 años), es el solista adecuado para las dificultades que presenta Brahms. Es difícil enumerar todas las bondades de su interpretación. La fuerza, expresión y contrastes logrados en los movimientos extremos, con una cadenza notable en el primer movimiento. Esos elementos junto al lirismo del segundo movimiento, la afinación impecable y un estilo preciso, hacen de su versión algo memorable. Pero nada de esto se habría logrado sin el concurso de una orquesta en un nivel extraordinario y un director que logró con sus dirigidos un sonido hermosísimo.

Cada uno de los intérpretes parecía gozar intensamente de la interpretación y eso se transmitió al público, que en forma unánime ovacionó con entusiasmo esta versión que me atrevo a calificar de antológica.

Ante los prolongados aplausos, Krylov ofreció la fuga en Re menor para violín solo de Bach. La orquesta, al igual que al final del concierto de Brahms, aplaudió entusiastamente al sobresaliente solista.
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