Brasil en rosa
Íñigo Díaz 27/4/2004
Desde hace un tiempo la música popular moderna del Brasil viene abriéndose paso en nuestros escenarios, llenando clubes y agitando los corazones: es un efecto lógico. La “brasilificación” de las noches ha sido además una constante capaz de traspasar el marco teórico de un verano húmedo y playero, y ha logrado extender los ánimos hasta, al menos, este otoño. Y de qué manera. Por ejemplo, con la multitudinaria convocatoria que generó el encuentro “Brasil sea aquí”, efectuado en el pub La Rosa de Peñalolén.
Según cuentan, la frase promocional que tituló la jornada es una consigna adjudicada a Caetano Veloso cada vez que actuaba fuera de su terruño, instando a las audiencias a aprontarse para algo bueno. Siempre “a la chilena”, el ensayo también funcionó por estos lados. El encuentro fue organizado por un acérrimo aficionado a la música popular del Brasil. Álvaro Godoy ya había aparecido desde las mesas del club Thelonious para acompañar con personalidad una canción interpretada por el grupo Os Desafinados. Esta vez jugó sus cartas, las hizo de eficiente gestor cultural, convocó a buena parte de los músicos nuevos que apuestan sus fichas en favor de la música brasilera y los instaló en torno a la figura del momento en estas lides: el cantautor Zeca Barreto.
El mismo Godoy abrió los fuegos de la noche con un trío eléctrico de respaldo sumamente encajado. Branco está formado por el teclista Américo Olivari, el bajista Rodrigo Arrieta y el baterista Alejandro Ramírez, quienes desde 1997 operan como banda estable de profundo conocimiento del repertorio MPB (quienes han seguido sus actuaciones se preguntaron además dónde estaba la cantante original de Branco). Godoy, en tanto, es un aficionado que le sobra empuje, pero que aún tiene mucho que recorrer musicalmente. Sobre todo si su número comienza con “Desafinado”, título que puede transformarse de pronto en una autoemboscada.
La invitación se extendió luego a un Zeca Barreto de sentimientos encontrados. Uno de los momentos claves de su actuación fue la interpretación de “Samba de verão” (de Paulo Cesar y Marcos Valle) dedicada a uno de sus amigos del alma, muerto hacía muy poco en Portugal. Solo con su violao en el escenario, Barreto fue en sí mismo una “imagen retro” muy descriptiva de cómo debieron ser las antiguas actuaciones en los bares cariocas de los 60: un silencio sepulcral que permitiera escuchar las intrincadas y jazzeras armonías de cada canción adornadas por espléndidas melodías y poesía interior. Una tras otra (“O bebado e a equilibrista”, “A menina dança”, “Morena tropicana”). Y luego los vítores para Barreto. Sólo faltaron las corbatas y las gafas de marco grueso.
El cuarteto de voces Os Desafinados cerró la jornada con su ya acostumbrado número de citas muy textuales a canciones que los seguidores de la música brasileña sueñan con presenciar en vivo. Sus presentaciones, por lo demás, están cada vez más cerca de Djavan, por lo tanto, de la fiesta. Marcelo Vergara (primera voz y violao), Javier Barría (cavaquinho), Pablo Galarce (pandeiro) y Valentina Carrillo (tam-tam) demostraron por qué son hoy por hoy el proyecto más acabado en esta línea, poniendo a disposición de los oídos sus magníficas cuatro voces.
Una jornada para el recuerdo, amenizada además por el set de viejas y carnavaleras sambas programadas por DJ Don Carlos. Y como señaló un auditor, “de lo bueno poco, no corre esta vez”, anhelando que el encuentro tuviera una pronta segunda parte en el espacio del pub La Rosa. Una nueva noche MPB en la que perfectamente podrían sumarse los nuevos conjuntos “brasilificados”: el grupo Preto (con la cantante Cristina Ortega) y el trío Jeito (con la voz de Valentina Carrillo).