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La nueva voz de Brasil: Más llena de gracia 28/5/2004

28 de Mayo de 2004 | 00:00 |
La nueva voz de Brasil: Más llena de gracia

Es cantante, nació en Brasil pero vivió en Manhattan, debutó recién a los 26 años y su madre es la legendaria Elis Regina. Un suave sambinha en portugués se está oyendo en la radio en Chile, y lo canta Maria Rita, el nuevo descubrimiento de la música brasileña.


David Ponce 28/5/2004


En Manhattan, Nueva York, la noche más importante en la vida de Maria Rita Mariano, la que marcó su vida, no fue una noche agradable. Fue más bien como salir de una pesadilla.

- Fue un día en el que desperté con la sensación de que todo lo que había hecho en mi vida hasta ese momento no servía absolutamente para nada -resume, con serenidad- . Me quedó muy claro.

Todo lo que había hecho en su vida hasta ese momento era escribir como precoz periodista de una revista para adolescentes a los catorce años en su natal Brasil, trabajar en sellos y productoras de TV, partir con su padre a EE.UU., vivir allí entre los dieciséis y los veinticuatro años compartiendo con estudiantes de Corea o de Grecia en Manhattan, y estar en cuarto año de la universidad, a dos semestres de terminar Comunicación y Estudios Latinoamericanos. A grandes rasgos. Y hasta esa mañana.

Entonces Maria Rita Mariano supo lo que iba a hacer: terminar el college y volver a Brasil, esta vez para quedarse y cantar. Un año después, el mismo día en que cumplió 26, el 9 de septiembre pasado, fue lanzado su primer disco (Maria Rita), que ya ha vendido más de un millón de copias, trae una colección intachable de canciones dentro y se ha transformado en el nuevo fenómeno de la música brasileña. Y ahora llega a Chile, donde ya se oye el suave samba “Cara valente” en radios como Concierto. No hay vuelta atrás. El mundo perdió a una licenciada en Estudios Latinoamericanos y a una periodista. Una pena. Pero ganó a Maria Rita: la nueva gran voz de la música popular brasileña.

En Porto Alegre, con su futuro vocacional claro hace rato, Maria Rita acaba de dar un concierto en un teatro de esta ciudad al sur de Brasil, y en directo despliega su encanto con intimidad. Baila, sonríe, habla al público con sutileza y hay sólo cinco personas con ella: sus cuatro músicos y alguien que no se ve, pero se adivina al centro del escenario. La cantante tiene seis meses de embarazo.

Algunas madres hablan con sus futuros hijos, otras les ponen música. Maria Rita le da conciertos en vivo.

Luego de que nazca el niño en unos meses habrá otro tiempo igual o mayor de período posnatal, y ella no puede seguir trabajando por ahora. Está emocionada: va a ser madre por primera vez. Pero son emociones encontradas.

- El domingo fue el último show que hice en esta parte de la gira, porque ahora me quedo quieta hasta el final del embarazo y después estaré tres meses con el niño -saca cuentas por teléfono desde Rio de Janeiro-. Fue un show emocionante porque son cinco meses que no estaré en el escenario, lejos de la familia que son mis músicos y mi equipo.

Es comprensible. Después de descubrir el canto recién el año pasado, ahora tendrá que apartarse por un buen tiempo. Son las consecuencias de demorarse en empezar a cantar.

- Sí, sí, fue así. Pero fue un proceso largo a causa de la relación de mi familia con la música. Sentía que cantar por cantar no hacía justicia a la importancia de la música en mi vida y en la de mi familia.

La familia no es un detalle en este caso. Si Maria Rita da conciertos en vivo a su hijo aun antes de nacer, su madre hizo lo mismo con ella. La artista es hija del pianista César Camargo Mariano, de 59 años, y de una institución: Elis Regina, la legendaria cantante de la música popular brasileña que murió tempranamente el 19 de enero de 1982, cuando apenas tenía 36 años y cuando su hija Maria Rita tenía cuatro.

Para toda la prensa brasileña y de sus alrededores, Maria Rita es un asunto nacional. Para ella es un asunto natural. Es cierto que cuando Elis Regina tenía la edad de Maria Rita ya había grabado veinte discos. Pero en una de las canciones del concierto que acaba de terminar, llamada “Pagú”, bromea con el verso “Mi madre es María Nadie”, lo que es notorio siendo la hija de la señora Elis. Y en esa misma canción, original de Rita Lee, dice “Mis pechos no son de silicona, soy más macho que muchos hombres”. Maria Rita también tiene mucha voz propia que sacar.

- Necesitaba madurar más, entender realmente por qué quería cantar. De cierto modo, es una cuenta pendiente muy grande. Ella (Elis Regina) decía mucho que yo tenía que cantar. Y yo necesitaba entender si tenía que cantar porque era talentosa o porque las personas esperaban que lo hiciera pues era hija de mi madre. Tengo mucho respeto por la música, los escenarios, los músicos, los artistas, para hacer una cosa sólo por hacerla. Necesitaba tener un motivo concreto, real. Y eso ahora está maduro.

Tenía que haber estado afuera, también. En EE.UU. Maria Rita aprendió inglés, escuchó rap y jazz, mezcló a Ella Fitzgerald con Norah Jones, se compró “Buena Vista Social Club” (1997) y ahora la única canción en español de su disco está sacada de ahí. Es el bolero “Dos gardenias”. Su sello disquero la vende como una respuesta refinada al imperio del axé o la samba pagode, músicas de gran arraigo en Brasil. Ella es más cauta.

- No. El axé es axé, el pagode es pagode, la MPB es MPB. Yo hago MPB (música popular brasileña) y es completamente diferente. ¿Más elegante, mejor o peor?... cada uno decide. Cada ritmo tiene su valor dentro de ese universo - dice. En ese universo, Maria Rita está en todo caso más próxima a cantantes recientes como Adriana Calcanhotto y Marisa Monte. Ambas, paradójicamente, han sido llamadas “la nueva Elis Regina”.

- ¿Qué sentía? -dice al respecto la hija de Elis Regina- . Como hija no me gustaba, me ponía brava. Como aficionada a la música no lo encuentro positivo. Es una actitud separatista. La música tiene el sentido de unir a las personas. Cada cantor tiene sus características, sueños, historia y trayectoria para seguir. Así es tanto con Marisa Monte como con Ella Fitzgerald. Nadie toma el lugar de nadie.

Ni ella. La heredera quiere ganar su propio lugar, y tiene cómo hacerlo.