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La autobiografía 18/6/2004

18 de Junio de 2004 | 00:00 |
La autobiografía

Recién publicada en Chile, Broken music se detiene largamente en la infancia y juventud del exitoso músico inglés, y deja para el final su vida junto a The Police.

Marisol García C. 18/6/2004


De una estrella que dio sus primeros pasos profesionales como profesor de literatura inglesa, era esperable tener pronto al menos un libro con su firma. Las letras venían siendo un mundo superado para Sting desde que, en 1976, se reunió con la hermana Ruth (la monja que lo contrató como maestro en un colegio de un pueblo minero) para explicarle que debía partir de gira junto a un grupo llamado Last Exit. Desde entonces, el compositor, cantante y bajista nunca volvió a buscar trabajo entre cuadernos.

Es el tipo de anécdotas que se aprende en Broken music (el título quedó en inglés en la traducción al español), la entretenida pero parcial autobiografía de Gordon Matthew Sumner, quien elabora con tanto detalle su niñez, sus circunstancias familiares y sus primeros pasos artísticos, que se demora 240 páginas en llegar a la formación de The Police, el grupo con el que se hizo “famoso y rico hasta extremos ridículos”, en sus palabras. Cien páginas después, Broken music se termina, sin siquiera tocar las razones de la disolución del trío ni, menos, los pasos de la exitosa carrera solista que aún lo ocupa. Quizás Sting piensa en un segundo tomo de memorias. Quizás es un admirador del psicoanálisis, y cree que al contar su infancia lo ha contado casi todo. El caso es que el lector y fanático debe aproximarse a este libro advertido de que difiere del esquema convencional de chismes, detalles y análisis técnicos que suelen rellenar las biografías de músicos. Un ex-profesor de literatura, Sting ha querido, más bien, recrear ambientes, hablar sobre sentimientos y recordar a las artistas, socios y amantes que han marcado sus 52 años de vida.

El libro se centra en lo que menos conocemos de Sting. O sea, nada de yoga ni sexo tántrico, sino más bien su infancia pueblerina, junto a una familia que pasaba frío en el invierno; marcada por la tensa relación entre sus padres, y la larga infidelidad de su madre con un hombre con el cual terminó largándose, después de casi treinta años de matrimonio. Una familia interesada moderadamente en la música, pero dentro de la cual el joven Sumner fue aprendiendo lo suficiente de jazz como para cultivar amistad con los alumnos de cursos superiores y destinar todos sus ahorros a comprarse una guitarra. Sin mayores medios ni estímulos para profesionalizar su interés, Sting llevó durante años una doble vida como estudiante y músico, y luego profesor y guitarrista de la banda Last Exit. La convivencia con ambientes contrastantes, sea, acaso, la marca existencial más característica del autor de “Roxanne”, un hombre que no se sentía cómodo con sus padres, con su elección profesional, con la religión, las mujeres ni con sus primeros compañeros de banda. “No hace falta decir que desde la aparición de la guitarra me volví aún menos comunicativo en casa y, en cuanto podía, me escapaba al mundo herméticamente sellado que me había creado”, explica en un momento. Pese a su fama, la biografía de Sting es la historia de alguien ensimismado, que olvidó asistir al parto de su primer hijo, se negó a participar del funeral de sus padres y que insistía en querer hacerse famoso tocando jazz, cuando Inglaterra comenzaba a ser barrido por el glam-rock, y luego el punk. Es la historia de un hombre a contracorriente.

El día en que Sting decide mudarse a Londres junto a su esposa e hijo se expone en este libro como el momento decisivo para el giro más importante de su vida. Decepcionado del escaso carisma que veía en su grupo de entonces (con quienes, sin embargo, logró cierto prestigio y llegó a tocar incluso en el prestigioso Festival de Jazz de San Sebastián), el inglés se topa con Stewart Copeland y decide quedarse junto a él en la capital, como sea. Police se explica como un proyecto que, inicialmente, respondía a la guía del baterista, un joven atractivo y lúcido —hijo de uno de los fundadores de la CIA— al cual Sting se entregó con fe ciega: “Me di cuenta enseguida de que aquel tío era el percusionista más fascinante con el que había trabajado [...] y que la música que consiguiera crear en medio de aquel torbellino no sería tranquila ni accesible. No, aquello iba a ser un viaje desenfrenado”. Primero un cuarteto, Police se afianza como trío con la llegada del guitarrista Andy Summers y el compromiso total de un grupo que llegó a ser conocido en el medio como el único dispuesto a cualquier cosa, sin importar la paga. “Éramos los parientes pobres convertidos en una formación con una fuerza tremenda, imparable”.

Los recuerdos de Broken music son los de un millonario que evoca con entusiasmo sus tiempos de pobreza, de perseverancia y conflicto espiritual, y de impacto profundo hacia el desarrollo musical de los años sesenta y setenta (incluyendo sus dos principales influencias, Hendrix y Marley); instalado ya en la vereda cómoda del éxito y una mansión del siglo XVI enclavada en 25 hectáreas de jardines (y cuya descripción, al final, uno no sabe si leer como una ironía o qué). Al lado de esa lectura “sentimental”, el libro incluye lo que debe incluir una biografía rockera: anécdotas nimias que detallan su trabajo temporal como modelo publicitario o las circunstancias en que escribió “Roxanne”. No, Sting jamás conoció a prostituta alguna con ese nombre. Su imaginación prodigiosa como compositor contrasta con el realismo sincero con que opta por recrear su propio trayecto de vida.

Broken music. Autobiografía


Sting

343 páginas.

2004. Ediciones B.

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