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Una cita con el doctor García 25/6/2004

25 de Junio de 2004 | 00:00 |
Una cita con el doctor García

Viernes. Medianoche. Sala de espera: el living de Charly García, lleno de gente. El maestro atiende a sus invitados de a uno, y los llama a conversar junto a la cama, de la que aún no se levanta. Un momento de reposo antes del show del próximo viernes en Santiago.


Martín Pérez, desde Buenos Aires 25/6/2004


Estoy sentado en el living de la casa de Charly García. Me hundo en el único asiento posible, un sillón que ha tenido mejores días, pero que sigue siendo confiable para eso de sentarse a esperar. Porque no soy el único que espera aquí. El living de la casa de Charly García cerca de la medianoche de un viernes cualquiera parece la sala de espera de un doctor muy particular.

Ahí está el chico que me abrió, sentado en el escalón que separa en dos al living, tratando de entender el funcionamiento de un pequeño grabador digital de ocho canales que acaban de comprar para Charly. “Tenía uno de veinticuatro, que era una maravilla, pero se lo robaron”, me cuenta Marianela, una guitarrista que llegó hace un rato y terminó quedándose, oficiando casi de recepcionista. En el mismo sillón en el que estoy sentado, hay una joven colombiana, que hasta hace un ratito estaba en el cuarto de García. Tiene una mochila de la que sobresalen las puntas de unos palos de malabares, y asegura que desde hace ocho meses que viene viajando. Muy ocupados en dejar lista su cámara, un equipo de TVN espera su turno de pie, al lado de una carcaza del televisor más grande que he visto en mi vida. Todo pintarrajeado e inútil, ocupa gran parte del sector iluminado del living.

Un poco más allá, en la oscuridad, hay un gran piano de cola tan aporreado como el televisor. Sobre él descansa un busto de Gardel -uno de los premios de ese nombre que García ganó en los últimos años- , una estatua de El Eternauta (un personaje heroico de la mejor historieta argentina) y una foto enmarcada en la que se ve a Charly abrazado a Fito Páez, recibiendo regalos. Al fondo, detrás del piano, algunos cuadros descansan contra la pared. Uno de ellos es un marco sobre el que están pegadas cuatro fotos de Menem con la banda presidencial, una al lado de otra, repetidas al estilo Warhol. En una de ellas, el rostro del ex Presidente ha sido tachado con una cruz, con un insulto escrito al lado.

A mi lado en el sillón, entre la chica colombiana y yo, hay un muchacho muy resfriado que lee el diario, y comenta las noticias. Atiende el portero eléctrico, llama por teléfono y organiza una movida nocturna. Parece que habrá una van dispuesta por el dueño del lugar para ir y volver, si es que deciden ir. Si es que Charly decide ir, mejor dicho. “Yo no espero nada, estoy acá pasando el rato”, me aclara sin que se lo pregunte. Al salir de mi entrevista con Charly, los volveré a ver a todos en el living, casi en el mismo lugar en que los dejé. Por un momento, siento que están esperando a que vuelva a ocupar mi sitio en el sillón. “En cualquier fiesta de rock, hay gente que está mirando el inodoro y otros que pueden estar viendo la película ‘Freaks’. Hay de todo”, me dijo García casi a modo de despedida. Y, como siempre, tiene razón. Después de todo, Charly a esta altura es sabio por ser viejo, pero más sabio por ser Charly.

“UN DÍA EN LA VIDA DE CHARLY GARCÍA”. Ése es el nombre de una pequeña historieta de apenas ocho viñetas narradas en supuesta primera persona por Charly García y publicadas en una nueva revista porteña llamada “La Mano”, que ha hecho reír a carcajadas al Charly García real. Esa delirante descripción de su ficcionada cotidianidad comienza con un chapuzón en la piscina desde un noveno piso, y sigue con pequeños trucos callejeros con su oído absoluto, llamados crueles a Nito Mestre y Andrés Calamaro, y un gran final en el que la narración en primera persona asegura: “Después de todo un día en la oficina, como con mi señora y me quedo viendo un partido de fútbol por la tele, con el plan de acostarme temprano. Mi agente me llama para obligarme a hacer algo absurdo y escandaloso, para mantener mi imagen”.

De una manera extraña, este Charly García que aún está tirado en la cama cerca de la medianoche, se me hace muy parecido al de la historieta. Ya no está en guerra consigo mismo, por ejemplo. Acepta ser Charly García, y lo hace lo mejor que puede. “En realidad no era que estaba en guerra conmigo mismo ni que odiaba todo lo que había hecho. Me parece que lo que odiaba era a los imbéciles que odiaban mi pasado. Joaquín Sabina dice algo así como me encantan las drogas y el alcohol, pero odio a los drogadictos y los borrachos. Y es tal cual. Creo que era ese murmullo de boludez sobre lo que había hecho lo que no me dejaba asumirlo tranquilamente”, cuenta García, mientras busca una botella de whisky. “Me estoy obligando a no sentir culpa por componer. Pero a esta altura del partido es como que la data que hay en mi cabeza es demasiado... El otro día me acordé de una canción que había compuesto a los nueve años. ¡Y es tremendo hit! Así que, dentro de mi especialidad, creo que todo lo que tengo me lo gané. Así que me siento como Stanley Kubrick dentro de mi especialidad, creo que todo lo que tengo me lo gané. Así que me siento como Stanley Kubrick”.

Éste parece ser un buen momento para ser Charly García. Sus discos reciben buenas críticas, y sus shows en vivo suenan mejor que nunca ahora que a sus Red Hot Chilean Peppers (así es como llama a su banda chilena) les agregó a los Teranes (sic), un cuarteto de cuerdas liderado por Oscar Terán, y entonces Charly es capaz de deambular por todo su repertorio histórico sin ataduras, como un wurlitzer cargado con temas suyos de toda su carrera. Además, recibió un reconocimiento oficial inédito cuando el acto oficial que transformó al ex centro de torturas Esma en un monumento histórico contra el terrorismo de Estado, se inició con el Himno Nacional... pero en la versión de García. “Muchos dicen obvio, pero para mí es lo menos obvio que hay. Por eso lo valoro y por eso fui a cantar el himno a la Plaza de Mayo cuando me invitaron, y rompí la guitarra contra el piso. Porque fue como rompérsela en la cabeza a los Videlas y los Pinochets, recordarles que ellos están en cana mientras yo sigo tocando, hacerles un gran fuck you, al fin una noticia buena para los buenos”.

CUANDO TENÍA CUATRO años, mi sobrino Agustín le informó a su padre que era fanático de Charly García. Mi cuñado no creyó que su hijo pudiese reconocer siquiera al cantante, así que le preguntó quién era Charly García. “Es el que se tira ketchup encima”, le dijo mi sobrino, que debió haber visto aquel video de “Raros peinados nuevos” en algún programa de cable.

Al enterarse de la edad de mi sobrino, Charly se enorgullece y me dedica una mirada silenciosa que parece decir: “la vanguardia es así”. Y se muere de risa al escuchar la anécdota, que completa preguntando: “¿Entonces qué soy? ¿Una hamburguesa?” No puedo evitar pensar que tal vez ése haya sido siempre el gran pecado del rock argentino, llamado aquí rock nacional: ser hamburguesa en vez de asado. “El rock no es nacional, sino que nació mal”, apunta Charly, y ahora sí que se revuelca del todo en su propio chiste. ¿El Dr. García está a punto de transformarse en Mr. Charly? Nada de eso: cuando le pregunto cómo vivió la reciente crisis de Maradona, cuenta que le mandó una estatuita, un libro y que habló con Claudia (la mujer de Maradona) para recomendarle a Ken, su propio curador. “Le dije a Claudia cuál había sido mi experiencia en ese tipo de cosas, y los errores que no había que cometer por seguir la corriente”. “Muero por un consejo de García”, le digo, como dándole un pie para un chiste, pero se pone serio. “Mirá, cuando te pasan esas cosas y tu mamá te encierra dos veces y después te dice que lo hizo de buena, y toda tu familia y tus amigos se vuelven policías, no hay ninguna salida por ese lugar”, explica. “Pero dejémoslo a Maradona tranquilo, que bastante aguante tiene...”.

Cuando le comento que él hace bastante que no aporta en ese rubro, me mira muy fijo. “Es que la venganza es así. Y, además, no hay que encasillarse”, explica, y lanza una carcajada. No puedo evitar preguntarle entonces al Dr. García por sus raptos de Mr. Charly, y lo que explica es que por lo general suceden cuando las cosas no salen como él quiere. “Cuando arriba del escenario me siento traicionado y tan solo como cuando el boxeador tiene que pelear y le sacan hasta el banquito, ahí es cuando me saco. ¡Pero me saco y no mato a nadie! Me acuerdo cuando en Ecuador el juez me decía: dos días de cárcel por romper la guitarra. Y yo le respondía: ¡Pero si la guitarra es mía y no es un ser humano! ¿Nunca vio MTV? Esto es parte de mi trabajo, ¿quién va a ir a ver a un artista aburrido?”

EL REPASO DE UN currículum de escándalos por el que nadie se atrevería a calificar a Charly de aburrido nos lleva a aquel show en el Estadio Nacional por Víctor Jara, al que no llegó a tiempo para tocar. “Eso fue en parte culpa mía. Yo sabía que eso iba a pasar y se lo decía todo el tiempo a mi manager”, acepta. “Pero me dio mucha bronca cuando los organizadores, que me habían hablado de toda una mística, perdieron toda esa onda y me sentí usado”. Eso sí: de su último paso por Viña del Mar (2003) no recuerda ningún escándalo. “Fui a matar y maté. Pero me faltó la paciencia de Los Nocheros para esperar a que se contabilizara hasta el último de los aplausos. Es que no tengo experiencia en gaviotas. Pero hace poco vi el tape, y me pareció como «Primavera para Hitler», una película que me gusta mucho. Ese locutor (Vodanovic) que dijo ‘Say no more’ me hizo recordar a Leslie Nielsen. Todo era demasiado parecido a «¿Y dónde está el policía? »”.

Una de las pocas cosas que Charly García pide antes de su show en Santiago es que público y prensa se olviden de dónde salieron sus músicos chilenos y que escuchen cómo es que tocan. “Porque el rock chileno siempre puso antes la actitud, y eso está muy bien. Pero estos chicos son verdaderos músicos profesionales, en el mejor sentido de la palabra. Son como una jukebox, no tengo que explicarles nada. ¡Tocan mis temas mejor que yo, por eso los elegí!”, asegura. Sobre el show en sí, sin embargo, no adelanta nada. “Una de las canciones que me hace ilusión hacer es ‘Volver a los 17’. Es una canción genial, hoy me desperté tocándola. La tengo en la cabeza por habérsela escuchado a Mercedes Sosa, pero yo la veo como una canción de Annie Lennox, tan pura y tan sofisticada que... que... ¡te juro que envidio a Violeta Parra por haber hecho esa canción!”

Antes de despedirse, sin embargo, Charly apunta que sí quiere mandarles un mensaje a sus fans chilenos. “A ésos que hacen el merchandising pirata”, aclara. Y explica: “En el brazalete de siempre, que dice ‘Say No More’, debajo tienen que poner ‘Por la razón o por la fuerza’”, dice, y se mata de risa, buscando cómplices entre sus acólitos, que se han sumado a escuchar la entrevista, atraídos por tantas carcajadas. “Te juro que la primera vez que fui a Chile, y estaba hospedado en un hotel frente a La Moneda y no podía salir, y cuando lo hacía tenía una bayoneta que me pinchaba el culo, vi eso escrito en el canto de las monedas... ¡Y entonces entendí todo!”

Fotos: La Nación de Bs. As. / GDA