SANTIAGO DE COMPOSTELA.- Luciano Pavarotti está haciendo su gira de despedida, y en 2005, cuando cumpla setenta años, tiene pensado "disfrutar de la vida", aunque como si de una vieja estrella de rock se tratase, prefiere dejar en vilo al público: "la idea es retirarme, pero es la voz la que dice sí o no a ese retiro".
El tenor italiano llegó hoy a Santiago de Compostela, donde ofrecerá el martes por la noche el que probablemente será su último concierto en España, en la Plaza del Obradoiro y ante unas 5.500 personas.
Antes de retirarse a descansar hasta el ensayo de mañana para el recital con el que se abrirá el Festival Internacional de Música de Galicia del Jacobeo 2004, Pavarotti compareció unos minutos ante la prensa.
Ataviado con ropa deportiva y sombrero panameño -un clásico de su vestimenta-, y acompañado de promotores y asistentes, y de la soprano Carmela Remigio -que actuará con él- se mostró simpático pero conciso, y dejó en el aire la respuesta a la pregunta más insistente, la de su retiro definitivo.
"No puedo estar alejado de la música", expresó el tenor, quien recuerda que tras la gira, y una nueva edición del concierto "Pavarotti&Friends", enseñará canto y continuará pendiente de los nuevos talentos, a través del concurso que lleva su nombre.
No obstante reconoce que los setenta años es una buena edad para retirarse y "disfrutar" de la vida y la familia, especialmente de "Alicia en el país de la maravillas", su hija de dieciocho meses, o de los amigos, y aprovechar a hacer algo que echa de menos: leer.
El cantante lírico más conocido de las últimas décadas, admirado y criticado a un tiempo por su estilo populista y por alejar conscientemente la ópera de los círculos más cerrados, considera que este género es ya "un fenómeno" y admite su parte de culpa en ello, o las ventajas de la televisión, que "metió la ópera en las casas" y permitió a la gente "decir sí o no a la ópera".
Antes la ópera era escuchada por un "0,5 o un 1 por ciento", y ahora uno de sus recitales televisados es visto por ocho millones de personas en su país, "el 34 por ciento" de audiencia, recuerda Pavarotti, quien restó importancia a su próxima marcha de los escenarios, porque hay "mucho talento" entre los nuevos intérpretes.
Para él, la ópera es como "un mueble antiguo, ya hecho y construido" que hay que cuidar, y cuya forma varía según los directores o los intérpretes, pero que se conserva, y de una forma u otra se debe "acercar más a la gente".
Discretamente, rehúsa contestar a la pregunta de si se siente cansado, e insiste en que es alguien "extrovertido", como un "papel que lo absorbe todo" y después de la gira de despedida seguirá expectante y abierto "a todo lo nuevo" que le depare la vida. No en vano, recuerda, en sus comienzos le llamaban "loco" por querer dedicarse a esto, y después sus amigos del teatro le llaman "el challenger", tal vez por no parar.
Luciano Pavarotti, que un día dijo que la ópera no es lo único que le interesa, y que estaba más preocupado por entretener, ofrecerá el martes un concierto "mixto", en el que habrá ambas cosas.
No obstante, el repertorio facilitado por la organización del Jacobeo, y que cuenta también con interpretaciones en solitario de Carmela Remigio, es totalmente operístico, con piezas de verismo y bel canto habituales en los conciertos del italiano, de compositores como Mascagni, Bellini, Leoncavallo o Di Lazzaro.
Antes de despedirse, el tenor de Módena, con aspecto cansado, asegura que más que algún gran personaje de ópera que le ha faltado interpretar, le gustaría haber cumplido con un deseo mayor: "hacer un disco para niños". Tal vez lo haga, si la voz "dice sí".