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Reverencias a Elvin Jones

29 de Junio de 2004 | 00:00 |
Íñigo Díaz

Dos noches magníficamente estrelladas que pasaron casi inadvertidas para el público "mainstream" del jazz, pero no para cierta pandilla de melómanos. Dos noches ocultas que presentaron en el club Thelonious al baterista Alejandro Espinosa al frente de un cuarteto "pianoless" calibrado especialmente para ofrecer su saludo a uno de los últimos fenomenales solistas de la batería, fallecido el 19 de mayo pasado: Elvin Jones.

Para algunos seguidores de su modelo expresivo al interior del cuarteto clásico de John Coltrane (donde logró la categoría de leyenda), Jones habría sido más importante incluso que el mismo saxofonista. Y junto a él cerraban el 80 por ciento del conjunto, dejando una proporción muy menor a los restantes McCoy Tyner y Jimmy Garrison. Suena a demasiado, pero al menos podemos afirmar que en la cronología del jazz, le queda reservado un sitio de primera. Ya a fines de los 50 iba en camino de convertirse en el nuevo referente del instrumento, modernizando las propuestas de los bateristas del bebop y del hard bop. Cosa que lo logró con amplitud: Prácticamente todos los bateristas de jazz que hemos escuchado entonces, provienen de Jones.

Uno de los primeros hombres de la batería jazzística en Chile en ser modelados por el toque nervioso y en extremo musical de este mítico Jones, fue, justamente, Alejandro Espinosa. Él fue el sucesor de Orlando Avendaño (baterista de Omar Nahuel en los 60) en el mando de la escena tras los tambores y platillos durante la segunda mitad de los 70 y todos los 80. Mientras alineaba en el penquista Trío Jazz Moderno (su primer grupo jazzístico junto a unos jóvenes Moncho Romero en el piano y Eugenio Urrutia en el contrabajo), incorporaba, según dicen quienes lo vieron actuar entonces, cierta operativa de Jones en su fase de sideman y en unas telúricas paridas como solista. Por entonces los modelos baterísticos más arraigados eran los del hard bop de Art Blakey o Max Roach. Elvin venía a ser -cómo no- el Coltrane de la batería. Un verdadero insolente. Y nuestros bateristas modernos, por pocos que fueran, debían alinearse con su propuesta.

Por eso cuando Espinosa convocó a sus sidemen al club Thelonious, tenía un horizonte claro. Elvin Jones merece ser escuchado también en vivo. Y si sus visitas al país de 1972 y 1973 sólo satisficieron a los jazzeros de una época, bien viene entonces la posibilidad de conocerlo a través de un tributo a pocos días de su deceso, con la lamentable certeza que ya no lo podremos ver tocar, nunca jamás. El nuevo cuarteto reclutado para la ocasión integró en la primera línea a los tenoristas Claudio Rubio y Melissa Aldana. Más atrás, Nelson Arriagada en el contrabajo y Espinosa a la batería. Era el mismo formato a dos saxos y sin piano que Elvin presentó en Chile.


En 2002, para recordar los 30 años de su primera visita, Espinosa ya había gestado una reunión similar presentando aquella vez a los saxofonistas tenor Maximiliano Alarcón y David Pérez. Hoy el turno fue para nuevos solistas muy de moda y largamente demandados. Ad portas de dejar el país para estudiar en Nueva Jersey, Rubio confirmó que es uno de los más sólidos tenores del momento, con un sonido voluminoso e ideas musicales que pueden ser muy tonales y plácidas en un minuto, y al siguiente desarmarse totalmente para ingresar en un laberinto de música no convencional. La adolescente Aldana es un caso aparte. Cada noche de jazz le significa un aprendizaje que se le adhiere a la piel. Tal vez en estas jornadas (la primera más que la segunda de las noches) se vio algo nerviosa entre tanto boper experimentado. Menos suelta que en otras ocasiones, muy concentrada en no cometer errores, por momentos su sonido se perdió entre los golpes de tambores y fuertes pulsaciones del contrabajo. Ni modo, la pequeña no tiene los pulmones como para soplar con la fuerza de Rubio. La técnica, claro está, le sobra.

Entre Arriagada y Espinosa el soporte cuajó como era debido. La simpleza de las líneas de bajo del ex integrante de La Banda del Capitán Corneta transitó en esta lógica al servicio de los solistas, lo que no significa que Arriagada no hubiere marcado su territorio con fuerza a través del sonido de la madera y la caja de resonancia del contrabajo (instrumento que le queda mucho mejor que aquél amplificado que habitualmente utiliza con el trío del pianista Mario Feito). Espinosa toca con convicción y el volumen necesario para producir clímax dramáticos en la música, sobre todo cuando se incluyó material de Coltrane en el tributo. La mente puesta siempre en el "modus operandi" de Elvin: Quiebres uno tras otro, "palos" y "caricias" en proporciones más o menos similares, y desenlaces "a la Jones" demostraron abiertamente su conocimiento del desaparecido músico. Y algo que para ciertos auditores resulta fundamental: acompañar la sesión jazzística con una clase de apreciación musical, a través de relatos sobre lo que se estaba escuchando. Por fin, la tarea estuvo hecha. Elvin Jones no podía fallecer sin que en Chile nadie se inmutara. Los músicos ya se pusieron, y como siempre, sólo falta que sea el público el que realice sus reverencias al más grande de los bateristas modernos de todos los tiempos.