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Complemento perfecto 29/6/2004

09 de Julio de 2004 | 20:15 |
Complemento perfecto

Gilberto Ponce 29/6/2004

Si damos por entendido que la miel de una colmena es de los más deliciosos manjares de la naturaleza, esta “Miel de la Colmena” a la que aludía el título del recital con canciones de John Dowland que ofrecieron la soprano Emma Kirkby y el laudista Anthony Rooley es de lo más exquisito que se haya ofrecido en nuestro país en los últimos tiempos.

Su complementación es perfecta. Basta sólo un pequeño guiño, o una respiración, para que el compañero sepa lo que hay que hacer.

Su arte es de tal refinamiento que basta el primer acorde para trasladarnos al período isabelino. No necesitan de nada más que de su música, nada de adornos o escenarios superfluos. Con el gesto preciso, el movimiento con gracia de las manos de Emma, el sentarse o ponerse de pie para ayudar al carácter de la obra; crearon una magia que conmovió profundamente a quienes tuvimos el privilegio de estar en su concierto.

Los temas de las canciones ofrecidas estaban centrados en el amor y sus circunstancias y, sin duda, reflejan lo mejor del arte de John Dowland, autor que estaba en posesión de la mejor técnica como compositor y que no desconocía lo realizado en otros lugares. Así resulta evidente por el empleo de recursos como los usados por Monteverdi, en el prólogo de su ópera “Orfeo”, donde transforma en música el silencio. Aquí encontramos ese efecto en “Time stand still” (El tiempo se detuvo), realizado magistralmente por los visitantes.

La primera parte finalizó con lo que podemos llamar como el ciclo del dolor, donde el uso de la palabra es fundamental para la comprensión dramática de la obra. Vimos como la palabra poética se transformaba en música, especialmente en el final de “Sorrow stay” cuando dice: “down down Y fall Down, and arise Y never shall” cantado con un dramatismo contenido, ejemplo de interpretación.

Tampoco dejaron el sentido del humor, como en “Fine knacks for ladies” (Arte para con las damas) de fina ironía, o el sentido casi teatral de “Then sit thee downe” (Entonces siéntate), donde los gestos acompañados de ponerse de pie o sentarse, transformaron la canción en un juego dramático teatral, de gran finura.

Anthony Rooley, estuvo a cargo de varias obras como solista, donde mostró el absoluto dominio que posee del instrumento, con un estupendo dominio del fraseo y de los cambios dinámicos. Resulta casi superfluo decir que su labor como acompañante es excepcional, pues el concepto de frase, respiración, pausas y sentido de la lógica de las obras se hicieron palmariamente presentes a lo largo del concierto, que sin duda será unos los hitos musicales del año en nuestro país.
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