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Música para el invierno 9/7/2004

09 de Julio de 2004 | 17:36 |
Música para el invierno

Gilberto Ponce 9/7/2004

Lo que se había anunciado como un recital de piano de Liza Chung se transformó en uno de violonchelo con piano, convirtiendo en absurdas las entrevistas a la pianista, donde se aseguraba que sería la estrella del concierto, luego de volver a Chile después de largos años de estudio en el extranjero y de haber establecido su residencia en Estados Unidos.

Matías Recart, cellista, posee ya un currículo de actuaciones fuera del país y en la actualidad se desempeña como docente e integra además la orquesta de Escuela Moderna.

La Suite Nº 3 en Do mayor para violonchelo solo de Johann Sebastián Bach, dio inició al programa. Lamentablemente, al comienzo del Preludio, el solista sufrió la cortadura de una de las cuerdas del cello, factor que tal vez influyó en su posterior desempeño, pues si bien posee un bello sonido, en el aspecto de afinación y rítmico, tuvo evidentes deslices.

Tampoco sus fraseos fueron claros, particularmente en la Gigue final, de resultados confusos. Rescatamos el sentimiento con que interpretó la Zarabanda y los pulsos e intencionalidad de las Bourrées I y II.

Junto a la pianista interpretaron la hermosa “Fantasiestücke”, Op. 73, de Robert Schumann. Sin duda que este estilo es más ajustado al cellista, a pesar de una cierta dureza en algunos pasajes. En esta obra se pudo aquilatar el peso musical de Liza Chung, con un bello fraseo y una cercanía estilística notables, los tres movimientos resultaron bien estructurados y fue notoria una gran complementación entre los instrumentistas, algunas pequeñas desafinaciones de la cuerda, no malograron el resultado final.

La hermosa y cantabile “Elegía” de Gabriel Fauré del Op.24 dio paso a la segunda parte, sin duda el mejor logro de la noche como dúo, a pesar de las poco sutiles desafinaciones del cellista, que fueron superadas por la musicalidad a toda prueba de Liza Chung.

La hermosa y difícil Sonata en Mi menor, Op. 38 para cello y piano de Johannes Brahms cerró el programa. Aquí una vez más fraseo, carácter y estilo impuesto por la solista, dieron el sello a la interpretación. Los juegos de dinámica utilizados por la pianista, nos hacen recordar a los “Intermezzos” del mismo Brahms. El cello, que a esa altura del concierto daba muestras evidentes de cansancio, la secundó dentro de sus posibilidades, con momentos de buena musicalidad, siguiendo los arcos de interpretación impuestos por la pianista. Las secciones “unísono” o muy rápidas, se convirtieron en problemas insolubles, para este joven cellista, que a pesar de mostrar talento, parece que esta no fue su noche de fortuna.

Un comentario final. Nos parece completamente absurdo que estos conciertos sean amplificados, sobre todo si consideramos que la sala es muy pequeña. Además, esto conspira en contra del equilibrio sonoro de los instrumentos, ya que el sonidista, generalmente subía en demasía el volumen del cello, en desmedro del piano.
Pensamos que el programa fue demasiado ambicioso para el cellista y muy adecuado para la pianista.