Por Mario Córdova
(14/07/2004)
Un nuevo programa de la temporada de “Grandes pianistas” tuvo lugar el lunes en el Teatro Municipal, con la participación del ruso Leonid Kuzmin, en su cuarta visita a este ciclo, interpretando esta vez sólo obras de Frederic Chopin. La jornada fue muy corta, pero contundente y variada, por cuanto hubo polonesas, impromptus, un nocturno, un scherzo y una sonata.
En la primera parte, Kuzmin desconcertó debido tanto a un marcado ímpetu que lo llevó por sonoridades excesivas como por la rápida continuidad que dio al programa, comenzando cada pieza sobre el eco aún no apagado de la precedente. Tan singular forma de ofrecer su recital hizo que esta fase inicial fuera muy fría en la relación artista-público y se lo percibiera algo mecánico y precipitado. Todo comenzó con el Nocturno Opus 55, N.o 2, dejando ver de partida una espléndida técnica y sensibilidad, pero trasluciendo también un interesante manejo de dinámicas muy de la mano con un afán por llegar a altas y poco gratas intensidades.
Esta tónica siguió imperando en la Polonesa Opus 40 N.o 2 (en reemplazo de la anunciada “Militar”) y llegó a su clímax en la “Marcha Fúnebre” de la Sonata Opus 35, cuya sección intermedia, claro está, fue un remanso de amabilidad entre pesados y demasiado potentes sones. Las ganas contenidas del público por aplaudir se notaron y así fue como una cerrada ovación puso fin a esta apresurada primera parte.
Un cambio radical experimentó la segunda parte, ahora con pausas entre las obras y con Kuzmin más medido en la entrega de sus fortísimos. Y así, brilló en la interpretación del Scherzo Opus 39, en el cual el necesario vigor tuvo como exquisito contrapunto unos ingrávidos descensos por las notas altas, que fueron una verdadera clase de ejecución pianística. La vena de mayor expresividad que ahora empapaba al solista se hizo presente luego en cuatro impromptus, coronados por la famosa “Fantasía impromptu”, aplaudida fervorosamente.
El cierre del programa no podía ser mejor, con una “Polonesa heroica” que, aunque demasiado agitada, no hizo sino mostrar a un pianista de los mejores, claro que en un recital con gusto a poco. De lo bueno poco, dicen.