Ciclo Grandes Pianistas
Gilberto Ponce 13/7/2004
Conocido en temporadas anteriores, donde actuó con resonante éxito, se volvió a presentar en el Teatro Municipal el pianista bielorruso Leonid Kuzmin. En esta oportunidad se le escuchó un programa con obras de Frederic Chopin, compositor a quien está dedicado este ciclo.
Sin duda, Kuzmin es un pianista notable, poseedor de una fuerza extraordinaria, capaz de extraer sonoridades impresionantes al piano. Su técnica le permite asumir cualquier dificultad con asombrosa seguridad, su digitación es clara y virtuosa, destacando el uso de matices, que van desde lo más sutil hasta los fortíssimos más impresionantes.
En el aspecto interpretativo, notamos un enfoque muy personal para algunas de las obras escuchadas, enfoque con el que se puede estar o no de acuerdo, por la cercanía o por las resonancias que pueda tener uno con esas obras, pero sería injusto valorarlo bajo esa perspectiva, ya que sus interpretaciones tienen una aureola de honestidad que cautivan.
La primera parte del recital, que interpretó sin pausa entre cada una de las obras, incluyó un nocturno, de una delicadez lírica notable, para continuar con una de las Polonesas más dramáticas que fue vertida con una fuerza extraordinaria, llevando el canto de la mano izquierda con notable sentido dramático, los juegos entre ligados y staccatos, le confirieron el toque personal del solista, y así sin pausa se lanzó con la celebérrima Sonata en Si bemol menor Op. 35, más conocida como de la “Marcha Fúnebre”, en ella se pudo destacar la búsqueda de una interpretación más personal, realizando contrastes a los que generalmente no se está acostumbrado, pero siempre enfatizando el sentido dramático de la obra. En el famoso tercer movimiento, “Marcha Fúnebre” presentó el tema con profundo dolor, contrastándolo con la sección central donde el canto lírico, melancólicamente luminoso fue la constante, para volver luego al tema con un fortísimo gigantesco, que luego pausadamente se fue disolviendo, hasta quedar en una queda y desolada calma. El movimiento final, lo interpretó a la velocidad requerida y con una perfección técnica que arrancó ovaciones del público.
La segunda parte la inició con el Scherzo en Do sostenido menor del Op. 39 donde alternó fuerza con sutileza, poesía con pasión.
Los tres “Impromptus” en La bemol mayor, en Fa sostenido menor y en Sol bemol mayor, solo vinieron a confirmar cada una de las virtudes del visitante, donde el virtuosismo nunca esconde la música, un regalo al público fue el agregar a las obras anteriores la “Fantasía Impromptu”, con que finaliza el ciclo de estas obras, en la que el solista vertió sin duda al más universal Chopin.
La notable presentación culminó con su versión de la Polonesa Heroica, en La bemol mayor Op. 53, que permitió comparar esta versión con la del pianista polaco que inauguró el ciclo, Krysztof Jablonski, y así observar los acercamientos que estos dos grandes pianistas tienen de esta obra.
Hasta el momento el ciclo no ha defraudado a los fieles seguidores del idioma de Chopin.