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Con "Parsifal" de dupla Boulez-Schlingensief comenzó Bayreuth 2004

“Queríamos mostrar en Bayreuth imágenes diferentes de las acostumbradas, y lo hemos conseguido”, dijo un relajado Christoph Schlingensief -debutante en la régie- en la recepción ofrecida después de la representación, en la que el equipo de artistas fue acogido con un frenético aplauso.

26 de Julio de 2004 | 12:35 | DPA
BAYREUTH (ALEMANIA.- Todos los temores se esfumaron. Finalmente, el director de cine y teatro alemán Christoph Schlingensief no desató un escándalo en la noche del domingo con el estreno de “Parsifal”, obra que dio comienzo a los Festivales Wagnerianos de Bayreuth y en la que firmó la régie.

Después de la gran atención mediática en torno al provocador artista, su puesta en escena de la ópera de Richard Wagner (1813- 1883) recibió silbidos y fuertes abucheos, pero los aplausos equilibraron la balanza y muchos críticos se mostraron entusiasmados.

Schlingensief presentó un “Parsifal” que polarizó al público pero que no estaba centrado en la provocación. El director, acompañado de la brillante batuta del francés Pierre Boulez, presentó la obra tardía de Wagner como un culto de elementos cristianos y paganos en torno al nacimiento, la muerte y la redención, con un amplio abanico de imágenes y una riqueza inagotable de ideas.

“Queríamos mostrar en Bayreuth otras imágenes diferentes de las acostumbradas, y lo hemos conseguido”, dijo un relajado Schlingensief en la recepción ofrecida después de la representación, en la que el equipo de artistas fue acogido con un frenético aplauso.

Nadie lo pone en duda: con sus proyecciones de video sobre el escenario, muchas de ellas grabadas por él en Namibia y Nepal, el director de 43 años presentó una nueva dimensión visual hasta ahora desconocida en los Festivales Wagnerianos.

Con ello, en cierto modo, Schlingensief se convirtió en redentor por partida doble: liberó al festival de las acusaciones de ser incapaz de aportar nada nuevo y a sí mismo del miedo al fracaso en el teatro de la llamada “Colina Verde”.

Schlingensief, quien hasta ahora no había hecho ninguna incursión en el mundo de la ópera, recurre en su puesta en escena a mitos antiquísimos y se sirve también de tradiciones africanas. Muestra el Monte del Santo Grial, rodeado de alambre espino, como un mosaico de naciones y religiones que esperan conjuntamente al redentor.

El director consigue las escenas más impresionantes en la presentación del Grial por parte del triste Amfortas y, más tarde, con la “redención” a manos de un Parsifal idéntico a Cristo y manchado en sangre.

Su problema es en cualquier caso que en ocasiones aspira a demasiado. En una de las paredes se puede leer “PALABRAS - SIGNOS - SEÑALES”. Y así es que la representación está también tan cargada de palabras, signos y símbolos que el espectador es incapaz de percibirlo todo.

En una plataforma giratoria con paredes, estructuras y objetos de culto (escenografía Daniel Angermayr / Thomas Goerge) inspirada en culturas africanas, Gurnemanz se mueve de estación en estación.

Una y otra vez, el escenario es invadido por secuencias de video inquietas y temblorosas en las que Schlingensief, inspirado por Joseph Beuys, coloca la liebre como figura central: mito de la fecundidad, símbolo de los anhelos de paz, pero también víctima de sacrificios. Al final, en una proyección, aparece muerta, en descomposición.


La dirección musical

En “Parsifal” destacó la batuta de Boulez, de 79 años y quien regresa a Bayreuth después de casi treinta de ausencia. El director renunció a los elementos solemntes y a menudo torturadores de la música y apostó por un sonido transparente y cristalino, de gran belleza y madurez. El coro del festival, con su canto imponente dirigido por Eberhard Friedrich, puso la guinda a la brillante actuación musical.

Por el contrario, los cantantes tuvieron dificultad para poner acentos propios en medio de la opulencia de la representación. El que mejor lo consiguió fue Robert Holl, quien interpretó a Gurnemanz con efusión, envuelto en una piel peluda (vestuario: Tabea Braun).

También representaron su papel expresivamente John Wegner, como Klingsor, y Alexander Marco-Buhrmester, como un rey Amfortas vestido de blanco. Por el contrario, Endrik Wottrich, en el papel protagónico y quien hace pocos días se había pronunciado en términos despectivos sobre la representación, no consiguió transformar sus duras palabras en una brillante actuación cantada.

En su debut en Bayreuth, Michelle de Young, quien para desconcierto de unos y alegría de otros apareció de negra en el tercer acto, dio algunos tonos suaves al personaje de Kundry, que poco a poco se transformaron en otros más penetrantes y estridentes.
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