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Ciclo de Grandes Pianistas 23/7/2004

27 de Julio de 2004 | 12:16 |
Ciclo de Grandes Pianistas

Gilberto Ponce 23/7/2004

Resonante éxito es el que ha tenido el Ciclo de Grandes Pianistas del Teatro Municipal, en su edición 2004 dedicada íntegramente a Frédéric Chopin. Los tres concertistas que hemos tenido ocasión de escuchar, han tenido un rendimiento de excepción, donde el lenguaje de Chopin ha sido permanentemente respetado, partiendo de las visiones que estos intérpretes tienen para cada una de las obras.

Pietro De Maria, joven pianista italiano de 37 años, se ha ganado el justo reconocimiento del público chileno, debido a sus exitosas presentaciones anteriores. El programa en esta oportunidad, además de ser de una gran belleza, es un desafío enorme para cualquier intérprete, desafío al que De Maria respondió con brillantez.

Las cuatro Baladas y los 24 estudios del Op. 10 y del 25, no son de audición frecuente en nuestras salas de concierto, y De Maria demostró ser un intérprete más que adecuado.

En él podemos apreciar una técnica de sorprendente perfección, donde ninguno de los recursos usados le es extraño, evitando cualquier sesgo de un sentimentalismo sensiblero, dentro de un riguroso respeto estilístico al romanticismo, acercándose con naturalidad al sentido poético de Chopin.

En la Balada Nº 1 en Sol menor ya pudimos apreciar un juego de contrastes entre la sugerencia, a la presencia vigorosa derrochando virtuosismo, que fue la constante de su presentación, un detalle interesante en esta Balada, fue el hacer resaltar un silencio de corchea antes de comenzar el famoso tema central de la Balada.

En la Segunda de las Baladas en Fa mayor, las dos secciones se presentaron con un contraste electrizante, a la suavidad y ternura del primer tema, le sucedió la fuerza arrebatadora del “Presto con Fuoco”, consiguiendo un triunfo total.

La primera parte finalizó con los Doce Estudios Op. 10, lo curioso es que estas obras fueron escritas sin pensar en las salas de concierto, pero su perfección es tal, que no existe pianista que se resista a la maravilla de estas “pequeñas obras”.

La verdadera categoría de un intérprete se nota cuando es capaz de hacer de cada una de estas piezas, una pequeña obra con un mundo completo dentro de ella, y que además debe estar inserta en el todo, que son los doce estudios.

En esto precisamente, es donde radica la genialidad de Pietro De Maria, cada estudio fue una unidad en sí mismo, que fue desde la pasión contenida en el escrito en Fa menor, a casi una canción sin palabras, del en Mi bemol menor, o la ligereza del en La menor, hasta la melancolía del en Mi mayor.

Al finalizar varios de los estudios, algunos espectadores casi irrumpieron en aplausos, que se desbordaron luego de la soberbia interpretación del llamado “Revolucionario” en Do menor.

La tercera Balada en La bemol mayor, que inició la segunda parte, fue un derroche de fraseos, articulaciones y sentimientos, extrayendo del piano sonoridades sorprendentes.

La cuarta en Fa menor, no es fácil de interpretar, pues está llena de mensajes y sugerencias demasiado abiertas, donde las claves de interpretación no están muy explícitas, y como si esto fuera poco, los desafíos técnicos son un verdadero catálogo de dificultades. Lo sorprendente, es que ante esto, nuestro intérprete parecía cada vez más relajado y en absoluto cansado.

Faltaban aún los doce Estudios Op. 25, que acrecientan las dificultades de la primera serie, hablar de las cualidades, sería insistir en lo planteado frente a los otros doce, digamos que además en estos pareció indagar en las voces interiores, sacando a luz melodías que no siempre se escuchan.

Ante las interminables ovaciones el solista ofreció como encore, “Junio” de “Las Estaciones” de Piotr Ilych Tchaikovsky, con toda esa carga de serena melancolía.
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