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Salvatore Accardo y la Orquesta Juvenil Italiana

02 de Agosto de 2004 | 00:00 |
Gilberto Ponce

Dando inicio al abono llamado "Viva Italia" del Teatro Municipal, tuvimos ocasión de escuchar a una de las leyendas musicales de todos los tiempos, Salvatore Accardo, considerado como uno de los más grandes virtuosos del violín. En su presentación fue acompañado por la "Orquesta Juvenil Italiana" bajo la dirección de Gabriele Ferro, quien parece haber tomado la batuta para la realización de esta gira, pues su nombre no aparece en el currículo de la orquesta como uno de los directores que habitualmente la dirigen.

En esta ocasión interpretaron obras de Johannes Brahms, su famoso concierto para violín y orquesta Op. 77 y su sinfonía Nº 4 en Mi menor Op. 98.

No sabemos si por indicación de Accardo, o por interpretación del director, el concierto que es una de las obras de más fuerza y contenido lírico, se llevó de una forma tan "plácida", que casi se desdibujó, probablemente la mayor cercanía al estilo de Brahms la encontramos en el segundo movimiento, Adagio, en el tercero, no hubo nada de esa tremenda fuerza que lo caracteriza.

Accardo posee un bellísimo sonido, aunque ahora más pequeño, y es indudable su concepto certero en cuanto a interpretación, pero nada de esto se percibió en el acompañamiento orquestal, pues el director no condujo a las diferentes familias en sintonía con los fraseos del solista. Aun más, creemos que fue su responsabilidad el desajuste entre solista y orquesta poco antes del final del tercer movimiento.

Nos queda una duda en cuanto a la "cadenza" del primer movimiento, pues resultó demasiado avanzada en ciertos compases.

Si esta obra logró el éxito alcanzado, se debió a la musicalidad a toda prueba de Accardo, quien ante las ovaciones del público, ofreció en forma impecable, uno de los "Caprichos" para violín solo de Niccolò Paganini, que le permitió tocar con la comodidad necesaria, de ser solo él, el responsable de la interpretación, ofreciendo una verdadera clase en cuanto a como tocar el violín.

La sinfonía Nº 4 en Mi menor de Brahms cerró el programa, obra nada de fácil y de gran exigencia para la orquesta y que requiere de un director que sepa extraer todos los mensajes que el autor dejó impresos en ella.

La gesticulación de Ferro es poco clara en pulsos y en señalar dinámicas, no preocupándole los equilibrios sonoros, lo que conspira para el logro de una buena interpretación. Es frecuente encontrar secciones donde los bronces y timbales tocan tan fuerte, que ensucia el discurso musical, y como es obvio los músicos no tienen referentes auditivos que les permita graduar por si solos sus dinámicas.

La orquesta es una buena orquesta juvenil, que tal vez con un director que cuide estos aspectos, logre excelentes resultados.

Accidentes no hubo, a ratos pareció una buena lectura sobre la hay que trabajar mucho.

El segundo movimiento se ejecutó a una velocidad casi irritante por lo lento.

Sin embargo la orquesta tenía preparada una sorpresa, como encore ofrecieron una espectacular versión de la obertura de la ópera "La Italiana en Argel" de Rossini. Aquí parecía otra orquesta y otro director, todo funcionó, el estilo, fraseos y un director con una precisión en nada comparable con los Brahms. Sin duda que en este tipo de repertorio el conjunto se desenvuelve muy bien, lo que nos hace pensar en forma irreverente que el programa no fue bien escogido en esta oportunidad.

La gran duda, ¿qué habría ocurrido si Salvatore Accardo hubiera tocado uno de los conciertos de Paganini? Y la orquesta interpretado otro repertorio. No lo sabemos, pues ya eso cae en el terreno de la más pura especulación. Lo positivo, haber tenido la oportunidad de escuchar en vivo a Salvatore Accardo, y conocer el nivel de las orquestas juveniles europeas, para compararlas con las orquestas juveniles chilenas, que tienen un gran desarrollo en la actualidad en nuestro país.