Temporada Fundación Beethoven
Gilberto Ponce 9/8/2004
Esta orquesta de cámara que se presentó en el Teatro Oriente se fundó en Budapest en homenaje al legendario director de orquesta Sir Georg Solti.
La conforman doce instrumentistas de cuerda que son un ejemplo en cuanto a orquesta de cámara se refiere. La agrupación nos podría hacer suponer un trabajo conjunto de largos años, aunque sólo se fundó en 1998, en razón de la extrema perfección lograda en cuanto a afinación, fraseos, articulaciones de arcos y equilibrio sonoro. Lo sorprendente de este resultado es que tocan sin un director que pueda manejar estos conceptos y sólo se guían para entradas o cortes por las indicaciones de su primer violín, cuyo nombre lamentablemente no aparece en el programa.
Según estas consideraciones, queda en claro la responsabilidad individual de cada músico, que no pretende sobresalir, limitando su cometido a ser un engranaje más de este estupendo conjunto.
Pocas veces se pueden escuchar con tal claridad las diferentes voces, con fraseos ejemplares donde las imitaciones o preguntas y respuestas entre violines y violonchelos, por ejemplo, son de una naturalidad extraordinaria.
El programa reunía algunas obras muy populares, lo que siempre es un riesgo, por lo rutinaria que podría resultar su interpretación o por las inevitables comparaciones. Lo meritorio en este caso es que mostraron elementos novedosos, ajustados al estilo de las mismas, aportando nuevas visiones sobre ellas.
Es el caso de la “Pequeña Serenata Nocturna”, de Wolfgang Amadeus Mozart, que fue interpretada con una transparencia, fraseos y articulaciones que hicieron explotar el entusiasmo del público.
Algo similar podemos decir de la hermosa “Suite de los tiempos de Holberg”, perteneciente al Op. 40 de Edvard Grieg, que suma a su estilo neobarroco, el espíritu romántico de su autor. Al pastoso y sugerente sonido agregaron la elegancia barroca a la Zarabanda, y en el Aria, Andante religioso pudimos observar una extrema perfección en los adornos, que parecían ser realizados por un solo instrumento. No podemos dejar de lado el soberbio manejo dinámico, notable hasta en los pizzicatos.
Hemos escuchado muchas veces el “Vals” de la “Serenata para Cuerdas” de Tchaikovsky, pocas con tan reducido número de músicos y con esa mezcla entre lo refinado y lo popular que posee este vals, y donde al igual que en el resto de las obras, demostraron un goce enorme por el trabajo que realizaban.
El programa se completó con dos obras poco frecuentes, la “Introducción y Allegro” de Benedetto Marcello, que abrió el programa, dejando ya a esa temprana hora muy en claro la solvencia y calidad de este conjunto, dando una verdadera clase de interpretación de obras barrocas.
Las Sinfonías para cuerdas, que escribió en su adolescencia Felix Mendelssohn, y que son un total de doce, son de una gran dificultad, que no se condice con la juventud de su autor, la número 10 en Si bemol, fue un verdadero catálogo de excelencias.
Las ovaciones del público lograron dos “encores”, una de las partes de la Suite de Grieg, y un espectacular “Tiempo de Czardas” de Leo Weiner, que les permitió derrochar su espíritu magiar.