Letelier, Guarello, Hindemith en la Sinfónica
Gilberto Ponce 7/8/2004
Un concierto de características muy especiales fue el ofrecido por la Orquesta Sinfónica, que en esta oportunidad fue dirigida por el joven y talentoso Rodolfo Fischer.
Es poco usual encontrar un programa que contemple solo obras del siglo XX, y aun más, dos de las tres presentadas eran de compositores chilenos, uno de ellos un clásico Alfonso Letelier y el otro más joven, pero con una carrera amplia en composición y como docente, nos referimos a Alejandro Guarello.
De Alfonso Letelier se escuchó su concierto para guitarra y orquesta, obra compuesta en 1960, década en la que los compositores en Chile buscaban lenguajes que los identificaran, pero siempre con la mirada puesta en Europa, ya a estas alturas la mirada se había desplazado desde Francia, que fue por largos años la fuente de inspiración tipo impresionista, hacia Alemania y sus corrientes expresionistas y dodecafónicas.
Es el caso de este concierto, que en ciertos momentos recuerda a Paul Hindemith, que por coincidencia fue el autor que cerró el concierto, la interpretación estuvo a cargo del destacado guitarrista nacional Luis Orlandini, quien junto a la misma orquesta lo grabó en disco compacto, dentro de la serie “Bicentenario de la Música Chilena”.
Pensamos que la orquestación es demasiado gruesa para un instrumento de sonoridad tan pequeña, como la guitarra, que en ciertos momentos desaparecía bajo el poderoso sonido de los cornos, o en la fusión de maderas con cuerdas, no obstante cuando se lograban los equilibrios, aparecía una obra de interés.
El desempeño de Orlandini fue extraordinariamente solvente y profesional, dando muestras de un conocimiento acabado de la obra, como de las intenciones expresivas. Lo mismo se puede decir de la dirección de Fischer, que condujo a la orquesta con precisión, cuidando dentro de lo posible los equilibrios sonoros.
“Corda para violín y orquesta”, de Alejandro Guarello, es una obra que sale de otra para violín solo del mismo Guarello. Está escrita para gran orquesta, con una exigente parte de violín, en ella su autor parece buscar sonoridades o atmósferas, en base a frases a veces minimalistas. En otras busca colores, con percusiones que incluso utilizan arcos de instrumentos de cuerda en sus propios instrumentos. Sin duda son los contrastes los que logran la atención del público, como así mismo las verdaderas “piruetas” a que es sometido el violín solista.
La interpretación estuvo a cargo del violinista venezolano David Núñez, quien pareció bastante solvente en música contemporánea, con una interpretación bastante histriónica que incluía el agacharse y realizar todo tipo de movimientos. Dijimos que parecía solvente, pues la gran duda surgió luego de su interpretación del mismo Capricho de Paganini que hace menos de una semana escuchamos a Salvatore Accardo, en el que repitió los movimientos anteriores, pero con una cantidad de notas falsas, como de ritmos gratuitos, que nos hicieron dudar si en verdad tocó todo lo escrito por Guarello. Fischer y la orquesta respondieron con profesionalismo.
De Paul Hindemith se escuchó finalmente su sinfonía “Mathis der Maler”, en una versión más bien académica, correcta pero con poca sustancia, solo en el movimiento final, la “Tentación de San Antonio” con esa orquestación que recuerda el Concierto para Orquesta de Béla Bartók, encontramos más fuerza. Suponemos que faltaron ensayos, pues sin duda que las obras anteriores, deben haber requerido de mucho trabajo.
Es el riesgo de programar obras como las escuchadas, en un solo programa.