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Consagrada en su tierra

11 de Agosto de 2004 | 00:00 |
Íñigo Díaz

Diez años en la capital mundial del jazz no pasan de largo. Claudia Acuña es hoy otra cantante. Y no sólo en ciertos términos técnicos que auditores comunes como nosotros no podríamos detectar a simple vista ni desde la primera fila.

La chilena confirmó a un Teatro Municipal abarrotado —el mismo que alguna vez la tuvo perdida entre las cuerdas de su coro— que la hora de hacer jazz en su propio idioma había llegado en plenitud.

No sabemos por cuánto tiempo Claudia Acuña guardó en secreto este sueño. Era un misterio ahora develado tal vez como su gran propuesta musical, a través de Luna y la emotiva muestra ofrecida el lunes.

Acuña demostró que el jazz latino no necesariamente tiene que oler a Caribe. También en la tradición de las canciones de este lado del mundo hay dramatismo de sobra. "Carita de luna", por ejemplo, lleva su firma. Y una gran belleza escondida en sus versos. "Historias", también de su autoría, le sigue en lirismo. Así como la sensibilidad personal en torno a los boleros clásicos, "Esta tarde vi llover" y "Tú, mi delirio", o los respetos extendidos a Violeta Parra ("Volver a los 17") y Víctor Jara ("Te recuerdo Amanda").

Acuña se instaló exponiendo avances en su operativa vocal. Algunos de ellos, confirmados por una maestra de canto popular, hablan de la perfección de los registros graves, del manejo de las resonancias craneanas para los registros agudos que se extienden por todo el teatro a pesar de que los construyó siempre con la boca casi cerrada y de los colores tímbricos que la asemejan a un chelo.

Jazzísticamente, destacó la utilización de la voz como un nuevo instrumento al interior del ensamble, sin la urgencia de producir "scats" solísticos para arrancar vítores, sino con la clara decisión de integrarse a los unísonos con el pianista Jason Lindner —su hombre irreemplazable— o con los solistas nacionales invitados: el trompeta Sebastián Jordán y el saxo tenor Claudio Rubio.

Para la chilena, que se ha presentado en los principales clubes neoyorquinos, en capitales europeas y en Japón, que ha tocado con Dave Holland, Billy Childs y Wynton Marsalis, ésta debiera ser una jornada para apuntar en su autobiografía. La consagración definitiva entre sus compatriotas con un doble cierre de aplausos en el Municipal y luego en un íntimo concierto en el Club de Jazz. Un final con la que posiblemente sea la mejor canción de la jornada: "Arrímate mi amor", escrita como un relámpago de inspiración por Pedro Greene y arreglada por el guitarrista Jorge Díaz.
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