Destacados visitantes nacionales
Daniel Quiroga 16/8/2004
Suele ocurrir que los programas sinfónicos nos traigan el grato encuentro con artistas chilenos radicados en el exterior. Esta vez el programa de la Sinfónica de Chile mostró al compositor y pianista Alfonso Montecino, a la pianista Ena Bronstein, ambos formados en centros musicales de Chile y el exterior. No es extraño, por lo tanto, que ambos sean ahora docentes en Estados Unidos y tengan una vida artística continental.
Los dos pianistas formaron el grueso del programa, encargado a la dirección del maestro francés Laurent Petitgirard, quien logró una entrega llena de energía y equilibrio, que el público del Teatro Baquedano saludó con una merecida ovación.
Las visitas de Alfonso Montecino traen siempre algún estreno. En este caso se trató de su propio Concierto para piano y orquesta, que contó con la pianista Ena Bronstein como solista. Conocedor de su instrumento, tan a fondo como lo asegura su carrera de concertista, se aleja de una virtuosidad excesiva, prefiriendo el mensaje musical con sobriedad y elocuencia. La dirección del maestro francés siguió la línea dada por Montecino, obteniendo una entrega en que la pianista chilena logró transmitir el mensaje, sin excesos decorativos pero sí con expresión madura y limpia técnica. El auditorio saludó la obra del compositor chileno de manera que fue llevado al escenario para recibir, junto al maestro francés y la solista, una merecida ovación por la entrega de una obra nacional, madura y elocuente, en sus tres movimientos.
Conduciendo a la Sinfónica en el resto del programa, el director visitante obtuvo una sobresaliente ejecución en la variedad de los cinco movimientos de “Una Noche en el Monte Calvo” basados, como fue el distintivo de los compositores rusos del Grupo de los Cinco, en leyendas nacionales de variado contenido tradicional. El maestro francés obtuvo una entrega muy vital y dinámica de sus diversas partes, que el auditorio recibió con entusiasmo. Fue también muy bien recibida la versión del maestro Petitgirard, de la Segunda Sinfonía de Robert Schumann, cuyo fino romanticismo fue logrado con ánimo y sobresaliente respuesta de la Sinfónica universitaria.