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Historia emotiva 21/8/2004

24 de Agosto de 2004 | 15:51 |
Historia emotiva

Viernes 20 de agosto, Estadio Víctor Jara.


Marisol García C. 21/8/2004

Que la emoción haya sido capaz de ganarle a la sensación potencialmente asfixiante de carga histórica, a la tensión de confusos conflictos personales o, por último, al frío del estadio Víctor Jara, debe ser el logro más sorprendente de la cumbre musical vivida durante el pasado fin de semana en Santiago. Quilapayún e Inti Illimani han compartido muchas veces escenario, pero no en las actuales circunstancias y ante este nivel de expectativa pública. Con sus formaciones así llamadas “históricas”, los dos más importantes conjuntos de la Nueva Canción Chilena animaron tres horas de música que pareció mucho más viva que nostálgica, ante un público que también prefirió interpretar la ocasión como una oportunidad de fiesta.

Un orden bien estructurado permitió un espectáculo sin cortes ni alargues. Un inicio con ambos conjuntos (“Palimpsesto”, “Tinku”, “Tatati” y “Simón Bolívar”) cedió luego paso a poco más de una hora de canciones de Inti Illimani; con José Seves, Horacio Salinas y Horacio Durán, como los rostros más reconocibles de la época de gloria del conjunto nacido en 1966 en la UTE. Es innegable que es en ese núcleo donde se concentran las cualidades de virtuosismo, expresividad interpretativa y capacidad de fusión que uno asocia a las mejores grabaciones del grupo; más allá de la ausencia de los hermanos Coulon y los nuevos compañeros que ocupan hoy con ellos el escenario, y que el viernes tuvieron al hijo de Salinas, Camilo, y Fernando Julio (Javiera & Los Imposibles) como la sangre fresca de un conjunto sostenido en su música y no en sus nombres. El medio del concierto fue el espacio reservado para cuatro invitados, cada uno de los cuales interpretó una canción ajena en conjunto con los anfitriones: Los Bunkers y “La exiliada del sur”, Mecánica Popular y “El arado”, La Rue Morgue, y unos inconfundibles Chancho En Piedra que mantuvieron su tradición de disfraces... aunque esta vez fueran camisas negras como las de sus anfitriones.

Otra hora de Quilapayún, sus ponchos negros, y la emoción que puede producir ver de nuevo en el escenario a gente como Eduardo Carrasco y Rubén Escudero. Las voces bien armonizadas del conjunto dan vida a un repertorio de letras tomadas de la poesía hispanoamericana o los mejores autores chilenos de los años sesenta (Violeta Parra, Sergio Ortega, Víctor Jara). El final, revuelto entre más de veinte intérpretes, era la marca inédita que ofrecía este concierto, organizado en medio de declaraciones entre los músicos y ex compañeros que hoy animan otras bandas, de una acidez inédita en sus historias. “La muralla” es un himno hermoso, que se embelleció aún más cantado por cinco mil personas de pie. Y “El pueblo unido” transmutó de marcha cívica a puente temporal: con los recuerdos en los setenta, el concierto Inti + Quila logró, sin embargo, pisar firme en el presente. Qué aburrida parece la nostalgia cuando uno comprende lo que es la música auténticamente atemporal.
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