“Juana de Arco en la hoguera”
Dirección: L. Petitgirard
Puesta en escena: D. del Pino
Intérpretes: S. Petrovna, C. Bello, M. Singer. C.L. Letelier, J. Caicompai, N. Miranda, E. Ramírez.
Orquesta Sinfónica de Chile, Coro Sinfónico de la Universidad de Chile.
Teatro de la Universidad de Chile
Sábado 21 de agosto de 2004
Por Juan Antonio Muñoz H. 25/8/2004
El estreno de “Juana de Arco en la hoguera” conmovió profundamente al público chileno y confirmó la sugestión y el potencial expresivo de esta obra maestra. La primera sorpresa que proponen Honegger y Claudel es una partitura con estructura de oratorio dramático. Luego, la remisión a todas las épocas, desde la técnica de los misterios medievales y la literatura francesa del siglo XII (“Le jeu d’Adam et Eve”) hasta las ondas martenot, con estaciones en cantos infantiles como “Trimaze” (Un poquito de vuestra harina, un huevito de vuestra gallina...), “Le mois de Mai”, el romanticismo alemán, los anuncios de Debussy y Messiaen, el jazz y Stravinsky. El drama de la “Pucelle d’Orleans” surge en once viñetas y sólo 80 minutos de acción ininterrumpida, donde se suceden los acontecimientos, observados desde el punto de vista de la santa. Jeanne revive primero la escena del juicio en Rouen para luego retroceder en el tiempo: la marcha hacia Reims, las voces de Catalina y Margarita, el triunfo, los juegos de infancia... Junto a ella se ubica el hermano Domingo (Santo Domingo de Guzmán), convocado, en abierta licencia temporal, para leer lo que dicen los libros que los ángeles han escrito acerca de las acusaciones.
El maestro Laurent Petitgirard, conocedor de la música de filiación francesa (Honegger nació en Le Havre de padres suizos) y del lenguaje musical del siglo XX, se mostró como un maestro en la concertación de la compleja estructura musical y escénica, haciendo de ella una lectura flexible y fluida, de un discurso sonoro claro, sencillo y solemne al mismo tiempo. La Orquesta Sinfónica de Chile siguió con escrupuloso cuidado sus indicaciones sin jamás excederse en sonido, dando total coherencia a la variable dinámica y respetando los tempi para que el enorme parlato de Juana tuviera el respaldo necesario. Lo mismo ocurrió con el Coro Sinfónico (dirección de Hugo Villarroel) y el Coro de Niños del Colegio Sagrados Corazones de Alameda, cabales participantes de la acción en lo musical y en lo dramático.
La puesta, coordinada por David del Pino, consideró las posiciones de un concierto, pero desde ella se trabajó la teatralidad de manera cruda, casi sin efectos, ubicando un poco por encima del grupo orquestal a Juana y al hermano Domingo, y haciendo aparecer convenientemente a los demás personajes, vestidos como para un recital. Sin más luces que un cenital sobre la actriz protagonista y un cuidado y sobrio diseño de movimiento, “Juana de Arco en la hoguera” se tomó el corazón de Santiago desde el ascetismo, con el duro sello de Brecht en la frente.
Todo lo anterior produjo una verdadera conmoción entre los asistentes, turbados por la brutalidad de los hechos descritos, por la ideología desplegada, por la efectividad del amplio espectro sonoro y por el texto de Claudel, quien, en cuanto la hoguera es encendida, divide a la turba en partidarios y enemigos. De un lado unos le gritan herética, relapsa y bruja, mientras otros la declaran mártir.
Sonia Petrovna tiene una figura imponente y frágil a la vez, lo que sirve bien para describir a la creatura sobrenatural y también a la simple aldeana. Aunque parece pequeño citar momentos, el instante en que ella apenas entona una canción para niños resultó conmovedor y la escena final, cuando Juana soporta con firmeza el tormento, convertida en llama ella misma, simplemente fue desgarradora. No tuvo el mismo nivel la interpretación del actor Claudio Bello, a cargo del hermano Domingo, demasiado preocupado de qué decir y cómo, y poco participativo. Excelentes aliados fueron Jaime Caicompai (Porcus), Leonardo Aguilar (Heraldo), Carmen Luisa Letelier (Madre Toneles), Nora Miranda (Santa Margarita) y Evelyn Ramírez (Santa Catalina), y aunque la emisión de Myriam Singer fue un tanto inestable para las alturas que proponen las líneas musicales de la Virgen, ella cantó con el fino lirismo acostumbrado.