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XXXIII Temporada de la Fundación Beethoven

30 de Agosto de 2004 | 15:41 |
XXXIII Temporada de la Fundación Beethoven

Gilberto Ponce 26/8/2004

Cuando el hacer música se convierte en un placer para sus ejecutantes, casi invariablemente también lo es para el público. Así lo comprobaron los asistentes que gozaron del extraordinario concierto ofrecido por la orquesta de cámara Festival Strings de Lucerna, como parte de la Temporada de la Fundación Beethoven.

Pocas veces tenemos la oportunidad de escuchar a un conjunto de tal versatilidad, que transita con la más absoluta solvencia por los más variados estilos y épocas, con una energía y júbilo de tocar, que simplemente cautivan al público.

El programa fue de Johann Sebastian Bach, hasta el muy contemporáneo Eric Gaudibert, pasando por Carl Philipp Emanuel Bach, Dmitri Shostakovich, André Jolivet, para culminar en Wolfgang Amadeus Mozart, autores donde la constante fue lucir: afinación perfecta, estilo preciso, fraseos, articulaciones y conceptos dinámicos, que solo pueden provocar la más grande admiración.

Son 15 instrumentistas bastante jóvenes, que tocan bajo la certera y sólida batuta de Achim Fiedler, quien dibuja con sus gestos la música que brota con naturalidad y belleza. Acompañándolos vino en esta gira Mathieu Dufour, espectacular flautista, que sin duda está llamado a suceder a Jean Pierre Rampal, pues posee un sonido lleno, muy hermoso, con elegante fraseo, que acompaña con un virtuosismo del mejor nivel.

Con dos obras de la corte de Federico el Grande, rey de Prusia, iniciaron la presentación. Primero se escuchó el hermoso y difícil Concierto en Re menor para Flauta, cuerdas y continuo de Carl Philipp Emmanuel Bach, donde es posible apreciar la transición del Barroco al Clasicismo, con la elegancia propia de la época, que no elude lo virtuoso. Aquí Dufour y la orquesta ofrecieron una clase magistral de musicalidad. Ante las ovaciones el solista ofreció un Debussy y la Badinerie de la Suite para flauta y cuerdas de Bach.

Luego las cuerdas tocaron el Ricercare a 6 de la Ofrenda Musical del mismo Bach, en una versión tan alejada de los patrones usuales, que clarificó el contrapunto y el juego entre las voces, logrando una revitalización magistral de la obra.

Grandes expectativas se habían generado ante la obra que seguía, el Cuarteto para cuerdas Nº 8 de Shostakovich, en versión para orquesta de cuerdas (R. Baumgartner), por encontrarse muy alejada estilísticamente de las obras anteriores. No obstante parecieron expertos en este estilo, en una obra que recuerda temas de algunas de sus sinfonías, logrando una interpretación que remarcó el sentido dramático, a través de juegos dinámicos y fraseos.

El lenguaje un tanto impresionista del Concierto para flauta y orquesta de cuerdas de André Jolivet, confirmó las bondades mostradas, salvando las enormes dificultades de todo tipo del tercer movimiento, el regalo del solista como encore, fue una obra del compositor Andersen, donde derrochó técnica y virtuosismo.

Mundos nuevos, sutiles, misteriosos y angustiantes, son los que propone el suizo Eric Gaudibert, en su Concierto Grosso para cuerdas, de enormes dificultades de interpretación, técnicas y de estilo, donde dejaron mudo y emocionado al público, que a pesar de la poca familiaridad con este tipo de obras, fue capaz de percibir la notable interpretación.

Nuevo y radical cambio de estilo, con el juvenil Divertimento para cuerdas en Re mayor K. 136 de Mozart, con una precisión y finura fenomenales, no sólo fue un real divertimento para el público, para ellos también lo fue, ya que sus gestos lo comunicaban claramente.

Como en verdad para ellos es un placer tocar, antes de irse regalaron un movimiento de una de las sinfonías juveniles de Mendelssohn.

Esta ha sido uno de los mejores regalos de la Fundación Beethoven a su público, en una temporada marcada por los aciertos.