Gilberto Ponce
En el Teatro Municipal, con escasa difusión y la sala llena a medias, se realizó uno de los conciertos más memorables que se hayan presentado en Santiago, una verdadera clase magistral acerca del como se debe hacer música, como producto de una exhaustiva investigación y cuidadosos ensayos.
Es imperdonable la ausencia masiva de los coros de Santiago, en un concierto de tal envergadura, cuando en la interpretación coral se alcanzaron momentos difíciles de igualar.
El programa correspondía al segundo de la serie de abonos llamada "Viva Italia" que con el auspicio de instituciones italianas y la Embajada en nuestro país, presentará un total de tres agrupaciones musicales de la península.
El "Athestis Chorus" y la "Academia de li Musici" son dos de los conjuntos más prestigiados en Europa en la interpretación de la música barroca, que tocan con instrumentos de la época y su forma de cantar está de acuerdo con los estudios que hablan de un canto casi sin vibrato.
Son 17 instrumentistas y 18 cantantes del coro, que además asumen los roles solistas, pues el coro está conformado por solistas vocales. Todos actúan bajo la dirección de Filippo Maria Bressan, uno de los mayores expertos en interpretación de música barroca en Europa. En la obras corales actuaron como solistas dos estupendas sopranos: Roberta Pozzer y Silvia Vajente, junto al extraordinario contratenor Andrea Arrivabene, poseedor de un bellísimo timbre.
El programa tuvo como eje obras de Antonio Vivaldi, además del concierto para oboe, cuerdas y continuo en Re menor de Alessandro Marcello, con Andrea Mion como solista. Su versión fue sobresaliente bajo todo punto de vista, con bello sonido y articulaciones perfectas, con un acompañamiento instrumental de tal calidad en fraseos e interacción con el solista, que se plasmaron en una unidad total.
La velada se había iniciado con el concierto para dos trompetas y orquesta en Do mayor de Vivaldi, obra de gran dificultad, aun más si se considera que fue interpretada con las largas trompetas barrocas, que no tienen válvulas que den las notas, quedando estas a la habilidad de los ejecutantes. No sólo tocaron perfecto, lo hicieron con variaciones y con afinación sorprendente. No en vano los solistas fueron dos destacados intérpretes barrocos, Gabriele Cassone y Luca Primo Marzana.
Los tempi alados que el director tomó en las obras corales, el famoso "Gloria" en Re mayor, y el salmo 109 "Dixit Dominus", dieron perfecta cuenta de un acabado estudio musicológico, que no le resta para nada la profundidad a las obras. Es injusto no alabar cada parte, pero nos referiremos al profundo sentido religioso del "Et in terra pax", el dúo de sopranos "Laudamus te", el sentido canónico del coro "Propter magnam gloriam", la dulzura de la soprano solista en el "Domine Deus", junto a las dos magníficas intervenciones del contratenor, en el "Domine Deus" con coro en responsorio y el "Qui sedes ad dexteram".
Una de los aspectos notables del conjunto instrumental, es tocar como si cantaran, incluso el gesto del director parece pedir eso, lo que produce un sentido interpretativo de tal unidad, otorgándole a sus interpretaciones un sello inconfundible.
El salmo 109 "Dixit Dominus" para dos orquestas, dos coros, solistas y continuo, les obligó a separarse en grupos pequeños con la misma eficacia interpretativa, solo destacaremos, la fuerza del coro "Donec ponam inimicos tuos", y sus unísonos coro y orquesta, el dúo de sopranos "Virgam virtutis tuae" con articulaciones perfectas, el doble coro "Juravit Dominus" de gran eficacia en sus ecos de la segunda parte, las articulaciones del tenor y bajo solistas en "Dominus a dextris tuis", el doble coro "Judicabit in nationibus" donde una de la trompetas, responde como eco desde fuera de escenario. De las partes instrumentales recordamos especialmente la sugerencia obtenida por las cuerdas "De torrente".
Ante la negativa del público por abandonar el teatro, ofrecieron como "encores" una novedosa versión en fonemas del "Sicut erat in principio" y el "Cum sancto Spiritu" final del Gloria.
Sin duda un verdadero manjar, que debió tener un marco de público mucho mayor, y que será recordado como uno de los grandes momentos del año musical en Chile.