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Lo justo 3/9/2004

03 de Septiembre de 2004 | 15:31 |
Lo justo

Miércoles 1 de septiembre
Teatro Oriente, Santiago.


Marisol García C. 3/9/2004

Esta noche, el atril frente a Jorge Drexler se justifica apenas para una canción. “Creo que me la sé de memoria, pero mejor no correr riesgos”, se disculpa el autor antes de ponerse a cantar leyendo “Mi guitarra y vos”, uno de los cortes del disco (Eco) que ha venido a presentar a Chile ante su audiencia más masiva hasta ahora. El uruguayo que vive en Barcelona se lanza entonces a enumerar el sinfín de cosas que ocupan nuestros días: “el té, los ordenadores y los espejos, los lentes para ver de cerca y de lejos, la cucha del perro, la mantequilla”, por ejemplo. Y la canción deja de ser un ejercicio extenso de antipoesía cuando, en el estribillo, el ingenioso Drexler establece que, de todo aquello, lo único que necesita en la vida son “mi guitarra y vos”.

No conocemos a su musa (una escandinava, hemos leído), pero basta cambiar una letra para encontrarle razón. Con apenas su guitarra y voz, el más talentoso cantautor uruguayo desde Jaime Roos construye un recital sostenido sobre lo más noble de la cantautoría en español, capaz de volver a convencer de que el género puede ser poderoso, provocativo y conmovedor sin necesidad de grandes alardes. No hay en sus canciones adornos poéticos ni musicales, pues Drexler es un hombre sobrio que se salta sus opiniones y elige, más bien, la descripción de momentos pequeños (“Se va, se va, se fue”) y reflexiones grandes (“Milonga del moro judío”) ; de datos autobiográficos vinculados a su tierra (“Brisa del mar”) y su acontecida ascendencia (“De amor y casualidad”). Lo hace a través de una voz suave (que cuando susurra recuerda a João Gilberto) y una guitarra que a veces parece un instrumento de percusión. A su lado, vestido como se visten los DJs, Luciano Supervielle (del proyecto electrónico Bajofondo Tango Club) elige las secuencias, los samplers y los scratches que mejor se acomodan a las melodías seductoras de un ex estudiante de Medicina que ha comprendido las propiedades curativas de la música. Hay un saludo a Neruda en “Oda al tomate”, su musicalización para el poema homónimo que incluyó en el compilado Marinero en tierra 2. Pero Drexler no destiñe a su lado como adalid romántico, en el sentido amplio de un adjetivo asociable a los afectos, a los amores y aquello del “chico-conoce-chica”; pero también a filtrar por el sentimiento lo que vive un pianista en el ghetto de Varsovia o la foto que se ha elegido para el salvapantallas del computador.