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Bartók y Tchaikovsky 5/9/2004

07 de Septiembre de 2004 | 13:37 |
Bartók y Tchaikovsky

Gilberto Ponce 5/9/2004

Culminando su Temporada Internacional, la Orquesta Sinfónica de Chile ofreció en el Teatro Baquedano su noveno concierto, conducida por su titular David del Pino. En la oportunidad se interpretó el Concierto Nº 2 para violín y orquesta de Béla Bartók y la Quinta Sinfonía de Piotr Ilich Tchaikovsky.

Héctor Viveros, concertino de la orquesta, fue el solista en el concierto Nº 2 en Si bemol mayor, de Béla Bartók uno de los más importantes compositores del siglo XX. La obra, muy representativa del lenguaje de su autor, tiene elementos folclóricos mezclados con una fuerte carga expresionista, en medio de una gran exigencia interpretativa, debido a la enorme cantidad de quiebres rítmicos y contrastes dinámicos presentes en ella. Todo esto obliga a una constante atención tanto por parte del solista, como de la orquesta.

A largo de sus tres movimientos Bartók anticipa algunos conceptos melódicos que utilizará en su famoso “Concierto para Orquesta”, obra que estrenará en 1943, cinco años después del estreno de este concierto.

Héctor Viveros, el solista, demostró sin duda alguna total solvencia, frente a una obra de particulares dificultades. Su afinación es impecable, tiene un gran y bello sonido, una musicalidad natural, con una técnica que le permite transitar por las dobles cuerdas, glissandos y otras dificultades, con asombrosa seguridad. Posee una intuición natural como intérprete y una sencillez propia de quien se sabe conocedor de sus capacidades, y que sin duda lo llevará a convertirse en uno de los grandes de nuestro país y, porqué no decirlo, también en el extranjero.

El acompañamiento de David del Pino estuvo a la altura de los merecimientos del solista, pues debe guiar a los músicos por una excelente orquestación, que además exige de cada uno atención y una buena dosis de virtuosismo. El reconocimiento unánime del público y de la orquesta fue la justa recompensa para una brillante jornada, que bien justificó la presencia de esta obra en la temporada.

La Quinta Sinfonía en Mi menor Op. 65 de Piotr Ilich Tchaikovsky, una de las más populares de su autor, cerró el programa. Obra en la que cifrábamos grandes expectativas, por la afinidad del director con ese repertorio, no obstante pareciera que Del Pino quiso quedarse más en lo externo y brillante que en la sustancia dramática. No dudamos del impacto que produce en los auditores el uso del “Fortísimo”, pero creemos que Tchaikovsky no los requiere, así mismo pensamos que abusó de rallentandos y cambios de tempi, a veces más efectistas que musicales. Hemos escuchado a Del Pino ejecutando otras obras del mismo autor con resultados memorables.

El rendimiento de la orquesta estuvo en un gran nivel, con un hermoso sonido de las cuerdas, con articulaciones y fraseos de gran eficacia. Las maderas, de importante trabajo en esta sinfonía, respondieron magníficamente, particularmente en las secciones donde tienen partes solistas. Lo mismo es aplicable a las trompetas, por su solidez, la musicalidad de trombones y la solitaria tuba. El timbal solista, de exigente labor, respondió con solvencia y musicalidad. Pensamos que la fila de los cornos debe mejorar en cuanto a homogeneidad, pues en ciertos pasajes sonaron levemente desajustados en ritmo y con sonido disparejo. La salvedad la encontramos en el solo del segundo movimiento, expresivo y musical.

En síntesis una versión más externa que profunda, de gusto del público, pero que consideramos alejada del espíritu de su autor.