Ciclo Grandes Pianistas
Gilberto Ponce 30/9/2004
Al leer una
entrevista concedida recientemente por Alfredo Perl, sin duda el pianista chileno de mayor prestigio internacional en la actualidad, uno deduciría que su recital ofrecido en Ciclo Grandes Pianistas del Teatro Municipal sería un derroche de pasión y fuerza desbordante. Una oportunidad perfecta para verlo enfrentado al mundo de Frédéric Chopin, con todos los desafíos que significa.
La tranquilidad la otorgaba su espléndida técnica, una musicalidad ampliamente demostrada en sus interpretaciones de Beethoven y Liszt entre otros, junto a su reconocida fama de estudioso.
No obstante la admiración que sentimos por su talento y musicalidad, estos atributos no se vieron plenamente confirmados en el recital que comentamos. No es cuestión de digitación ni técnica. Nos parece que más bien es producto de un enfoque en el que prima lo intelectual por sobre lo expresivo, justamente aquello a que aludía Perl en su entrevista, donde afirmaba de las críticas recibidas por "haber descorrido el velo" de los sentimientos en la obra de Chopin. Pensamos que estas características se revelaron con amplitud en las Mazurcas del Op. 63 y en una serie importante de los 24 Preludios, con que finalizó su presentación.
El programa se abrió con la Polonesa en La bemol mayor Op. 61 (Polonesa Fantasía) que tuvo por característica una cierta distancia expresiva, que no llegó a los dolorosos mundos que alude. Incluso midió con cautela los juegos dinámicos, terminando en una versión perfecta pero "retenida".
Los Nocturnos Op. 62 junto a la Barcarola en Fa sostenido mayor Op. 60 recibieron un enfoque más cercano a lo impresionista que a lo romántico, aunque reconocemos que estas obras están entre las más introspectivas de su producción.
Interpretar la serie completa de los 24 Preludios, es siempre un reto importante, pues se trata de obras que guardan poca relación entre ellas, siendo en si mismos pequeños mundos cerrados, que se desarrollan a veces en un tiempo muy breve. Creemos que el resultado general fue sobresaliente, Perl fue capaz de extraer de la mayoría de ellos la sustancia expresiva, consiguiendo cautivar a un público que le agradeció con grandes muestras de entusiasmo. No es posible hacer un análisis destallado de cada Preludio. Sólo nos detendremos en aquellos que nos parecieron más logrados. El canto de la mano izquierda del Nº 6, la expresión lograda en los 16 compases del Nº 7, la digitación perfecta unida a la expresión del Nº 8, el emblemático Nº 15 conocido como "La gota de agua", que arrancó aplausos espontáneos de ciertos espectadores, los juegos entre las diversas frases del 17, la ligereza del 19, el expresivo
rallentando del 20, para culminar con una excelente y virtuosa versión del 24 que provocó el entusiasmo colectivo.
En agradecimiento a los aplausos, ofreció como
encore un Nocturno de Fauré, de marcado impresionismo.
Ninguna de las apreciaciones, disminuyen el mérito de nuestro excelente embajador musical. Simplemente creemos que su aproximación a Chopin posee su personal sello, que podrá evolucionar en el tiempo, llegando a poseer las características que el mismo Alfredo Perl señalara en la mencionada entrevista.