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Irlanda conmemora hoy el 150 aniversario del nacimiento de Oscar Wilde

Grupos culturales han organizado varios, aunque modestos, eventos literarios y exhibiciones.

16 de Octubre de 2004 | 09:56 | EFE
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DUBLÍN.- Irlanda conmemora hoy, sábado, el 150 aniversario del nacimiento de uno de sus escritores más internacionales, controvertidos y celebrados de la historia: Oscar Wilde (Dublín, 1854-1900).

Grupos y sociedades culturales han organizado varios, aunque modestos, eventos literarios y exhibiciones, quizás intentando ser consecuente con una de las frases más conocidas del escritor: "En este mundo sólo hay dos tragedias, una es no conseguir lo que uno quiere y la otra es conseguirlo".

Hijo de una acomodada familia de Dublín, Wilde creció en un ambiente permisivo y bohemio para la época. Su madre, que regentaba un salón literario, lo vestía con ropas extravagantes o de niña y mimaba su ya larga cabellera, características estéticas que cultivó el artista hasta la madurez.

Estudió en el Trinity College de Dublín y en la Magdalene University de Oxford, en Inglaterra, donde perfeccionó tanto su fino e irónico sentido del humor como su excéntrico atuendo: media melena, pañuelo al cuello, bastón en mano y, en ocasiones, polainas de terciopelo.

Según confesaría él mismo en otra de sus célebres frases, uno de los momentos culminantes de su vida fue cuando su padre lo envió a Oxford y el otro fue "cuando la sociedad me envió a prisión".

También solía decir que la vida imita al arte, y no al revés. Es posible que el artista hallase refugio espiritual en esa comparación cuando trataba de explicarse a sí mismo la existencia de la fina línea que separa el éxito del fracaso o, en su caso, del ostracismo social.

Después de alcanzar reconocimiento mundial allá por los primeros años de 1880, Wilde empañó su carrera en 1895 al ser condenado a dos años de cárcel por un delito de sodomía.

Tras los barrotes de las prisiones de Wandsworth y Reading, el artista irlandés escribió "De Profundis" (1895), una carta en la que confiesa sus sentimientos hacia Lord Alfred Douglas, hijo del marqués de Queensbury, y a quien Wilde llamaba afectuosamente "Bosie".

Cinco años después, el autor de la obra de teatro "La importancia de llamarse Ernesto" (1895) fallecía en la habitación de un hotel de París a causa de una meningitis.

Para entonces ya había perdido, además de fama y reputación, todo contacto con su esposa, Constance Lloyd, con la que contrajo matrimonio en 1884, y con los hijos de ambos, Ciryl y Vyvyan.

A pesar de llevar una existencia mísera y pobre en términos económicos, Wilde vivió sus últimos años en la capital francesa con un espíritu "irreprimible" en la búsqueda del "regocijo del alma", tal y como su amigo, el también escritor George Bernard Shaw, lo definió.

Entre los actos programados para celebrar este aniversario destaca la celebración, el próximo martes, de una velada literaria en el Museo de Escritores Irlandeses de Dublín.

El plato fuerte es, sin embargo, una curiosa exhibición organizada en la capital por la casa de subastas británica Sotherby’s, que expone unos cuarenta objetos personales de Wilde como cartas, manuscritos, borradores y fotografías.

Una de las joyas de la colección, que saldrá a subasta en Londres el próximo 29 de octubre, es uno de los capítulos de "El retrato de Dorian Gray" (1891), su única novela.

Según un portavoz de Sotherby’s, esa primera versión ha despertado gran expectación entre los muchos aficionados del escritor y tiene un precio de salida de unos 123.000 euros (153.000 dólares).

Otra de las curiosidades es uno de los primeros ejemplares de la obra teatral "Una mujer sin importancia" (1893), que ofrece al lector una pista sobre la influencia que tuvo su madre sobre la personalidad del escritor, en particular, en lo referido a sus extravagantes vestimentas.

También destaca una copia de la primera edición de su primera obra de poesías, "Ravenna" (1878).

Wilde vuelve a ser cada vez más apreciado en la cada vez menos conservadora Irlanda, pero ha costado trabajo librar a sus connacionales de un cierto sentimiento de vergüenza, en parte inyectado durante años por los poderes establecidos y la iglesia católica.

De estar vivo, y dada su afición a las ironías del destino, es muy probable que el impredecible escritor hubiese tirado de nuevo de su extraordinario repertorio de citas para recordarnos que "cuando la gente está de acuerdo conmigo siempre, siento que debo haberme equivocado".