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Conjunto de Música Barroca 13/10/2004

19 de Octubre de 2004 | 17:02 |
Conjunto de Música Barroca

Gilberto Ponce 13/10/2004

Fuera de toda duda está el inmenso aporte a la cultura realizado en nuestro país por Sylvia Soublette, dando en muchas ocasiones quijotescas batallas en favor de la música antigua y barroca. Una de sus últimas aventuras fue el estreno para Chile de la ópera "La Coronación de Popea", de Claudio Monteverdi, donde dejó en claro una vez más sus dotes musicales y también como gestora de empresas casi imposibles.

En esta oportunidad la escuchamos en un programa barroco francés e italiano, dirigiendo a músicos, cantantes y coro del Instituto de Música de Santiago. El concierto se realizó en el Teatro Oriente, en el marco de la temporada de música de cámara organizada por el Instituto Cultural de Providencia.

Sus resultados fueron de luces y sombras, siendo la obra de mayor peso, el oratorio "Jephté" de Carissimi, la más plenamente lograda. Esta obra perteneciente al barroco temprano —que ya anuncia toda la carga dramática de obras posteriores, como los oratorios de Haendel o Vivaldi— es de una concisión extrema. La progresión dramática se presenta sin mayores disquisiciones, exige de los cantantes no sólo el cantar bien. Deben además asumir el texto, para extraer todo el dolor, la entrega y el posterior desconsuelo de quienes observaron la tragedia de la hija de Jephté, sacrificada en holocausto por su padre, para cumplir con la promesa hecha a Dios.

Sylvia Soublette manejó con mano firme todo el entramado instrumental y vocal, logrando perfectamente la transición desde la oferta hecha a Dios, por parte de Jephté, de sacrificar a la primera persona de su casa que lo salga a recibir luego de su triunfo sobre los amonitas, pasando por el horror de comprobar que esa persona es su hija, lo que provoca desgarradores lamentos tanto de ella, su padre y el pueblo que contempla la tragedia, según la forma más pura de los coros del teatro griego.

El primer recitativo a cargo del "histórico" según la partitura, Isaack Verdugo, fue cantado con hermosa voz y sentido dramático. Pedro Espinoza, a cargo del papel de Jephté, cantó con gran expresividad, particularmente el diálogo donde llora frente a su hija el destino al que se debe someter. El papel de la hija fue cantado por Jeannette Pérez, tiene una bella voz, que no logra dominar todavía en su caudal sonoro, sufriendo por momentos de una afinación poco precisa, no obstante realizó un importante acercamiento al sentido dramático de su rol. Los restantes pequeños roles solistas no aparecieron señalados en el programa. Sólo reconocimos a Manuel Domínguez, quien ya no posee ese interesante material sonoro que le fue característico.

El desempeño del coro, fue excelente en afinación, como en sentido dramático, tanto en el júbilo del comienzo, en los ecos a la hija de Jephté, y en el impresionante y doloroso lamento del final, que es sin duda uno de los más bellos ejemplos de música coral. El grupo instrumental se mantuvo muy atento, afinado y en estilo.

En la primera parte notamos las sombras. Sin fortuna partió el dúo de María Teresa Domínguez y Jeannette Pérez, para el "Beate mie pene" de Charpentier, ambas inseguras en fraseos y afinación, en el que además se produjo un accidente de coordinación entre los violines. En la "Serenata a tres voces y sinfonía", del mismo Charpentier, hubo una mejor coordinación entre los cantantes, destacándose la musicalidad del contratenor Bernardo Vargas, muy superior a la soprano M. Teresa Domínguez y al bajo Manuel Domínguez.

Las Sonatas de Iglesia de Legrenzi, para grupo instrumental, con guitarra barroca en el continuo, sonaron correctas, pero no dudamos que con un mayor afiatamiento y rodaje como grupo, obtendrán muy buenos resultados.

No podemos dejar de señalar los incomprensibles errores en el programa impreso, donde el no señalar los movimientos de las obras que se interpretan, se desconcierta al público. Pero eso es lo menor, si lo comparamos con saltarse en la traducción del oratorio de Carissimi, toda la sección central, perdiendo toda la coherencia dramática de la obra. Cuando estos inconvenientes se solucionen, los objetivos de los organizadores se verán plenamente logrados.