El obrero David
Marcelo Contreras 20/10/2004
De marrón vestía su banda. Él igual. Una camisa metida en el cinto y un pantalón con el pliegue planchado. Delgado, vigoroso, pero de movimientos sutiles. David Byrne, anoche en la Estación Mapocho, ante unas tres mil personas, que en la larga espera de su concierto (apareció con 45 minutos de retraso), disfrutaron de la gigantesca sala como si fuera un bar. Estratégicos bufetes prodigaron vino, hasta que Byrne apareció en escena. Un sexteto de cuerdas tomó su derecha. Percusión a la izquierda, batería al centro y bajo al costado del ex líder de Talking Heads. David Byrne comenzó a hilvanar lo que anunció. Que está en una etapa melancólica. Que la guerra en Irak y el gobierno de Bush lo tienen harto. He ahí la fuerza emotiva que alcanzaron las cuerdas, acopladas perfectas en sus intenciones siempre pop y sutil. Sí, casi siempre sutil, que el otro estado al que anoche sometió su registro David Byrne, fue el de la emotividad pura, como cuando repasó el material de Grown backwards (2004), que adapta a su mirada a Verdi y Bizet. La tonalidad lírica fue conmovedora, como alegre fue su interpretación de "María Landó" de Susana Baca. Transversalidad de la mano de un artista versátil. Un regalo en primavera.