Un solista fenomenal
Gilberto Ponce 21/10/2004
Nuestro país es sin duda una tierra de contrastes, pues en ocasiones espectáculos sin mayor relevancia gozan de una inmensa cobertura publicitaria, mientras que, por el contrario, solistas o conjuntos del mayor valor artístico pasan casi inadvertidos.
Dentro de estos últimos está el caso del concierto que ofreció, junto a la Orquesta de Cámara de Chile, el notable flautista austriaco Wolfgang Schulz, quien es ni más ni menos, flauta solista de la Filarmónica de Viena, y que según consta en una entrevista de El Mercurio, visitó nuestro país invitado por unos amigos, a tocar en la Termas de Puyehue. Suponemos que, por contactos con Fernando Rosas director de la orquesta, fue posible su concierto en Santiago.
Un público atónito lo escuchó en la Parroquia Nuestra Señora del Rosario, ya que es poco frecuente escuchar solistas de la talla de Schulz. Su técnica es impecable, con fraseos y articulaciones siempre al servicio del autor, una certera visión de los estilos, además de ser poseedor de un bellísimo sonido.
El programa ofrecido fue variado, teniendo como constante la belleza de las obras, que recibieron una interpretación de primer orden.
El visitante actuó de solista y director, logrando en este papel sobresalientes resultados de una orquesta siempre atenta a las indicaciones de dinámica y tiempos, previamente entregados en los ensayos. No debemos dejar de señalar, el importante rol del concertino Hernán Muñoz en ciertos momentos de concertación compleja.
La Suite en Si menor de Bach, sirvió para aquilatar las excelencias del ilustre visitante, en una versión donde solista y orquesta fueron un todo para lograr una versión impecable. Señalemos la elegancia del Rondó, el carácter de la Bourrée, o la espectacular Badinerie, con ornamentaciones incluidas, secundado por una orquesta magnífica.
Todo el refinamiento y elegancia de Mozart fue lo entregado en el Concierto en Re mayor para Flauta y Orquesta, con un grupo instrumental más grande se tuvo además una aproximación estilística digna de una clase, con intérpretes que traslucían el placer de tocar. Señalemos la sutileza del Andante y el jubiloso Allegro final, más de alguien dijo, es como escuchar una grabación.
En la segunda parte nueve instrumentistas nos llevaron a la hermosa Pequeña Sinfonía de Gounod, quien hubiera pensado que este grupo se juntó sólo para esta obra. Lo decimos por el sorprendente afiatamiento y una afinación total. No podemos olvidar los notables logros en dinámica y articulaciones, como el desempeño de los cornos en el Scherzo, en la sugerencia de una cacería.
El Concertante para Flauta y Clarinete de Franz Danzi, cerró una velada difícil de olvidar. Acompañando a Schulz, toco el clarinete Luis Rossi, uno de los mejores en su instrumento de nuestro país. Un concepto unitario en ambos solistas, que se traspasó a la orquesta, fue la constante en una obra que cautivó al público, tanto por la originalidad como por desafíos que representa, con un hermoso y mozartiano Larghetto, donde sólo intervienen además de los solistas, los cornos, fagotes y la cuerdas bajas en pizzicato, para concluir en un festivo y virtuoso final, que logró ovaciones de un público que se encontró con uno de los mejores solistas del mundo en un programa excepcional.