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Una "Tosca" que cuida la tradición 30/10/2004

03 de Noviembre de 2004 | 18:59 |
Una "Tosca" que cuida la tradición

Francisco Gutiérrez Domínguez 30/10/2004

La función internacional de "Tosca", de Puccini, que cierra la Temporada Lírica del Teatro Municipal, en líneas generales alcanzó un nivel sólo aceptable a causa de ciertos reparos que nos parecen importantes en el desempeño de algunos de los participantes.

La dirección musical de Maximiano Valdés y la escénica de Pablo Núñez se unieron en un espectáculo de características tradicionales, libre de toda enfatización exagerada y de desbordes escénicos que tanto pueden dañar la verdadera intensidad musical y dramática de esta magnífica ópera, al acercarla a un verismo descarnado del cual no es representativa. Valdés, como es su característica, presenta una ejecución extremadamente cuidada y precisa de la partitura, destacando en ella el colorido orquestal conseguido en las notables aplicaciones de los temas musicales que expresan las diferentes situaciones dramáticas, sin sobrecargar el efecto de la masa orquestal. De todas maneras nos parece que el director no posee una completa afinidad con el estilo melódico pucciniano, aspecto que se hizo evidente durante el primer acto, donde sólo consiguió un verdadero equilibrio musical a partir de la entrada de Scarpia, ya que durante todo el comienzo la exposición temática careció de unidad por cierta falta de relación entre los diferente tiempos elegidos.

Pablo Núñez tuvo a su cargo la escenografía, la regie y el vestuario de la presentación, demostrando nuevamente su probada capacidad en los tres aspectos, con el consiguiente beneficio de unidad estilística en la presentación. En la escenografía llaman la atención su buen gusto y su habilidad para crear espacios amplios, de cómoda actuación para los solistas, como su solución para la ubicación de la cámara de tortura del segundo acto, que permite a Tosca y Scarpia enfrentar con exactitud musical y credibilidad dramática sus difíciles intervenciones. Aunque nos parece que dio demasiada libertad a algunos solistas en su desempeño actoral, fueron muy acertadas algunas escenas de conjunto, como la del Sacristán y los monaguillos en el primer acto y las actuaciones de todos los esbirros de Scarpia, quienes tuvieron toda la autenticidad y propiedad escénica exigidas, esenciales para la credibilidad de la trama. El vestuario también nos pareció muy apropiado, así como la iluminación de Ricardo Castro.


Refinado sadismo

Entre los solistas vocales, la actuación más relevante y consistente fue la del barítono Franz Grundheber, quien encarna a un Scarpia de sadismo refinado, con ciertos arranques temperamentales muy apropiados cuando no se siente obedecido, y de una contenida, pero evidente pasión por Tosca. Musicalmente, su actuación reveló una completa seguridad, que le permite proyectar, sin forzar sus recursos, toda la autoridad y la vehemente expresión de los deseos del temido personaje.

La soprano Inés Salazar demuestra en todo momento la vasta experiencia que posee en el rol de Tosca, el que interpreta con seguridad musical y acierto escénico, aunque en ambos aspectos la cantante refleja un concepto muy tradicional del mismo, pero ejecutado en buena forma y sin caer en desagradables exageraciones dramáticas. Si vocalmente está bien capacitada para enfrentar las temibles y repetidas exigencias del rol en el registro agudo extremo, especialmente en el segundo acto, su registro medio carece del brillo y proyección que exige la partitura y frecuentemente se pierde en medio de la masa orquestal, aspecto que se ve agravado por una característica falta de claridad en su enunciación del texto.


Coro de primer nivel

El tenor Nicola Rossi-Giordano posee ciertos atributos para llegar a ser un destacado Cavaradossi: una voz muy atractiva y un físico apropiado para el rol, pero todavía carece de la madurez y seguridad musical exigidas por la partitura. Su fraseo musical es indisciplinado, su matización vocal errática y su actuación teatral son de escasa convicción interior y cae frecuentemente en lo elemental. Su mejor momento, en todo sentido, resultó la famosa "E lucevan le stelle.".. y si toda su actuación tuviera ese nivel y consistencia sería un muy buen intérprete del pintor.

Entre los roles más breves, cabe destacar a Sergio Gómez, un Angelotti que es capaz de dar relevancia vocal y escénica a sus importantes apariciones. Ricardo Seguel nos pareció también un excelente Sciarrone y si Sergio Gallardo es un Sacristán musicalmente correcto, su actuación escénica resultó exagerada y su gesticulación de la peor tradición, además de dirigirse constantemente al público, aspecto inaceptable en estos tiempos. La actuación del Coro, dirigido por Jorge Klastornick, de primer nivel, y la Orquesta Filarmónica estuvo en uno de sus mejores días.
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