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Qué tiempos aquellos 6/11/2004

06 de Noviembre de 2004 | 16:00 |
Qué tiempos aquellos

Viernes 5 de noviembre
Estadio San Carlos de Apoquindo


Marisol García C. 6/11/2004

Era un poquito distractora la polera que el baterista Clem Burke eligió vestir para su primer show en Chile, anoche y como parte de la jornada de cierre del festival SUE II. Sobre un fondo blanco de algodón, las letras CBGB tienen una carga histórica demasiado interesante como para que a uno no se le escape la cabeza en elucubraciones sobre lo que fue y ya no será. "CBGB" era el club neoyorquino en el que floreció la new-wave de los años setenta, un recinto pequeño, ahumado y precario, en el que grupos como Talking Heads pudieron desarrollar sus peculiares percusiones; los Ramones, legitimar canciones de dos minutos, y Television, darle un nuevo significado al concepto de "rock inteligente", hasta entonces monopolizado por los aburridos músicos progresivos.

Debbie Harry era allí la princesa pálida con ganas de juerga y una curiosidad peligrosa para una mujer de su talento y hermosura. Destacó de inmediato, ganándose la antipatía de colegas más solemnes (como Patti Smith), y conjugando por primera vez en la historia del pop las dispares nociones de vanguardia, sexualidad, ternura y punk que pavimentarían el camino hasta de Madonna.

Pero, aunque cueste, es mejor no pensar en estas cosas cuando se tiene al frente a Blondie modelo 2004. Quien se concentra en sus canciones, descargas efectivas de un pop de medidas justas y estribillos inolvidables ("Atomic", "Hanging on the telephone", "Call me", "Heart of glass", "Dreaming"), sale satisfecho del recinto que sea. Debbie mantiene una voz aún dúctil y de timbre dulce y malcriado a la vez, y sus cinco guardaespaldas se aplican a sus instrumentos con una ágil ligereza, inusual en los músicos de su trayectoria. Qué tiempos de gloria, piensa uno mientras baila, eran aquellos en que las radios emitían hits pop de esta envergadura.

La entrega puede verse algo afectada por la vista de una mujer de 59 años que va sacándose a poco la ropa hasta quedar en el tipo de mini que la hizo famosa cuando tenía 20. Sus movimientos son a veces excéntricos, a veces torpes; nunca graciosos. Pero era ésa parte de la gracia del punk, un movimiento demasiado radical como para complacer los estereotipos armónicos impuestos. Y, en ese sentido, Debbie Harry cuenta con toda la licencia punk para verse todo lo bien o lo mal que quiera, e incluso merecer aplausos por ese atrevimiento. Y nosotros a callarnos la boca por el respeto debido a mayores de un espíritu demasiado noble para reparar en frivolidades.