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Temporada en Las Condes 18/11/2004

22 de Noviembre de 2004 | 18:55 |
Temporada en Las Condes

Gilberto Ponce 18/11/2004

Continuando la Temporada de Música 2004, que organiza la Corporación Cultural de Las Condes en la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario, se presentó la Orquesta de Cámara de Chile, dirigida por Juan Pablo Izquierdo, como director invitado.

La ocasión fue propicia para mostrar la versatilidad de la orquesta con un programa que abarcó diversos estilos con obras que iban desde Bartók hasta Beethoven, pasando por Villa-Lobos.

Sin duda la gran novedad de la tarde era la audición del "Ciclo de Canciones del Amazonas" de Heitor Villa-Lobos, con la participación de la muy joven soprano María José Brañes. El entusiasmo que provocó su participación en el público, tanto como en la orquesta y su experimentado director, se debe fundamentalmente a su gran expresividad, afinación perfecta, hermosa voz que maneja con una musicalidad notable, además de una prestancia al cantar que cautiva.

Esta obra que Villa-Lobos escribió para una película sobre la selva amazónica, requiere de una sensualidad discreta, un manejo de los conceptos dinámicos que van desde el pianísimo hasta el forte, estableciendo una amalgama total con la orquesta. Difícil es decir cuál de las cuatro canciones estuvo mejor, pues cada una de ellas, con su carácter y particularidad, recibió de la cantante tanto como de la orquesta la mejor de las interpretaciones, con un director que manejó cada una de las sutiles secciones con maestría.

Los intérpretes demostraron a cada instante el cuidado y la alegría frente a una hermosa obra, que marcó un triunfo para María José Brañes, quien se posiciona como una de las solistas que darán que hablar, si no descuida su estudio, pues parece tener una intuición musical muy notable. La tercera de las canciones -"Canción de Amor"- es un palpable ejemplo de esto.

El programa se había iniciado con el "Divertimento para Cuerdas" de Béla Bartók, obra escrita en 1939 y de gran complejidad, donde su autor anticipa algunos de los temas que aparecerán posteriormente en su célebre "Concierto para Orquesta". En ella, y como es común en Bartók, la música folclórica ocupa un lugar preponderante. Ésta es música de carácter expresionista, aunque sin abundar en las disonancias, que obliga a los intérpretes a una permanente atención por los frecuentes cambios, tanto rítmicos como de intencionalidad.

En el primer movimiento ya fue posible escuchar el sólido sonido de las cuerdas, aunque con algunos desajustes menores atribuibles a la reverberante acústica. El lúgubre segundo movimiento fue objeto de una expresiva interpretación donde las diversas voces en diálogos o imitaciones se fundieron excelentemente. Ya acostumbrados a la acústica, los músicos enfrentaron el tercer movimiento con maestría, bajo la atenta dirección de Izquierdo.

Un tremendo esfuerzo realizó la orquesta en su interpretación de la Séptima Sinfonía en La Mayor de Ludwig van Beethoven. Decimos esto, pues hacerla solo con seis primeros violines es un compromiso enorme para los músicos pues deben intentar equilibrar su sonido con maderas y bronces, que piden una formación mayor en las cuerdas.

La versión no marcó nuevos rumbos. Fue más bien tradicional, con algunos desajustes entre maderas y cuerdas, debido sin duda a la acústica que en este caso no ayudó en nada, pues pensamos que era difícil la audición de los primeros violines en esta acústica reverberante.

Quisiéramos destacar el segundo movimiento, de gran expresividad lírica, como así mismo el electrizante movimiento final, que arrancó ovaciones de un entusiasta público que llenaba la iglesia.
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