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"A mí nadie me dice lo que debo hacer" 19/12/2004

19 de Diciembre de 2004 | 00:00 |
"A mí nadie me dice lo que debo hacer"

En exclusiva para "El Mercurio", el cantante habla del recital que lo traerá a Chile el próximo 10 de marzo.

Fernando Zavala, desde Nueva York 19/12/2004


La entrada del estudio Edison —ubicado dentro del hotel del mismo nombre en Manhattan—, es lúgubre. Hay que subir unas viejas escaleras y una reja de fierro para llegar a la que es una las salas de grabación más antiguas de la ciudad. El entorno nada hace presagiar que en su interior por estos días se pasea una figura de la talla del norteamericano Lenny Kravitz. Allí, graba material para su nuevo disco y prepara la gira "Celebration" (celebración), que lo traerá a Chile el próximo jueves 10 de marzo. El lugar: el Estadio Nacional.

En el pequeño lobby del estudio, oscuro e iluminado por la tenue luz de una lámpara, una galería de discos de oro y platino del cantante cubre una muralla. También hay algunos de Vanessa Paradis, su ex novia y pupila. Desde ahí se escuchan los acordes que el cantante realiza al interior de la sala.

Kravitz recibe a la prensa con casi una hora de atraso. "Lo siento, pero cuando la música está sonando, no puedo parar", dice. Aparece con gafas, sus clásicos aros en la nariz y orejas, y estilo afro en el pelo. El cabello liso que lució para el lanzamiento de su último álbum, Baptism, no duró mucho.

Primero, el cantante debe atender al canal Telefé de Argentina. Para eso se pone un gorro enorme y un abrigo de piel. Así se transforma en el Lenny Kravitz de las carátulas y las portadas de revistas. Luego, es el turno de "El Mercurio". Y el estilo cambia: adiós abrigo, gafas y gorro. Ya no hay cámaras alrededor. Se sienta cómodamente en un sillón y allí habla de su gira, de la fama y hasta de una película basada en su vida que filmará a fines de 2005. Él será el director, guionista y protagonista del proyecto.

"Celebration" será la primera vez en que Kravitz traerá su show a Latinoamérica. Al respecto, confiesa: "Estoy muy emocionado. Esto va a ser un gran tour y va a ser, como su nombre lo indica, una gran celebración. Es excitante ir a un lugar al que nunca has ido y ser recibido por grandes cantidades de gente. Espero que sea fenomenal".

—¿Cómo podría describir su gira?

"Tocaremos un poco de cada álbum. Voy hasta allá a celebrar, a compartir mi don. Y voy a sentir a la gente".

—Usted suele tocar todos los instrumentos al grabar. ¿Cómo es su relación con la banda cuando debe salir de gira?

"Ellos son mi familia, con ellos he crecido y he experimentado la vida. Somos muy unidos".

—¿Suele ocupar los mismos músicos?

"Algunos miembros van y vienen. Pero la mayoría son los mismos con los que he trabajado por varios años. Ellos entienden mi música y la manera cómo toco. Estamos conectados y tiene que ser así. Si no, se transforma en algo muy impersonal y sin alma".

—Usted ha dicho que sufrió un cambio antes de este álbum. ¿Cómo se refleja eso en el disco?

"Cada álbum es diferente, sólo porque son hechos en distintos momentos y provienen de experiencias diferentes. Y este álbum representa lo que pasé luego de una depresión: una especie de renacimiento, un ‘bautismo’. Refleja donde estoy ahora en mi vida, que es un lugar nuevo y hermoso, un nuevo entendimiento y una nueva actitud. Y Dios está en el centro de todo eso".

—¿Cuán importante fue la música para salir de ese estado depresivo?

"La música fue la manera que encontré para expresarme y era el medio que utilicé para sacar lo que sentía".

—¿Ese cambio emocional tuvo que ver con el cambio de look que presentó en Baptism?

"Siempre cambio, eso es parte de ser Lenny Kravitz, de ser yo".

—¿No tuvo que ver con sugerencias de publicistas o gente de la industria?

"¡Oh, no! Escucha, a mi nadie me dice lo que debo hacer, qué vestir o que tipo de música componer. Soy 100% yo".

—A mucha gente no le gustó el nuevo look, que luego volvió a cambiar.

"Hey, hay gente a la que le puede gustar y otros que no, pero así son las cosas. De 100 personas, todas tienen una opinión".

—La crítica también no compartió su nuevo look. Y a alguna tampoco le gustó su último disco.

"No me importa, tengo que ser yo. Si quiero probar algo, ya sea musical o estilístico, si quiero llevar mi pelo o vestirme de cierta manera, o decir algo, tengo que hacerlo. Y luego cambio. Pero no puedo estar temeroso de las cosas basado en la crítica, tengo que ser honesto y auténtico".

—En su disco también critica a la fama, pero ésta también tendrá su lado positivo.

"Obviamente, la fama me permite ir a vuestro país y tocar frente a mucha gente. Pero yo no estoy en este negocio por la fama o el dinero, yo lo hago por la música, por el arte".

—Pero usted también cultiva una imagen de símbolo sexy.

"No pienso en esa imagen, realmente no lo hago. Yo pienso en la música, en la vida, en las cosas reales que pasan en el mundo. Lo último que hago cuando me levanto en la mañana es pensar que luzco como un sex symbol. Nada más alejado de mí".

—Sobre la película, usted ha dicho que es una historia sólo semi autobiográfica.

"Habla sobre alguien muy cerca a mí, pero no es 100% yo. Hay licencias artísticas. Pero trata sobre crecer entre dos culturas, sobre la fama, el amor, la fidelidad, los temas familiares".

—¿Cómo se está preparando para debutar como director?

"Tengo gente estupenda a mi alrededor. Nunca he hecho una película, pero la veo en mi cabeza. Y para mí, es la misma cosa. Yo nunca había hecho un disco antes de ‘Let love rule’, pero lo hice. Debes tener la visión".


Lenny polifuncional

Desde sus inicios, música y prensa rosa han medido fuerzas en su carrera. Hijo de una actriz de color y un productor blanco, en 1987 contrajo matrimonio con Lisa Bonet, actriz de "El show de Bill Cosby". Tuvieron una hija, Zoe, pero todo culminó en 1993 y se rumoreó un affaire con Madonna. En abril pasado vino su romance con Nicole Kidman. Pero él sedujo al público con su rescate de la mejor tradición pop de ambos lados del Atlántico. Por un lado, la fibra negra que se extinguió con Bob Marley y Prince en los años 90. Por otro, la impronta del cantautor capaz de descargar interioridad y rabia, herencia directa de John Lennon y Jimi Hendrix. No inventó nada nuevo: pero fue un respiro en días de cruces excesivos en la genealogía rockera.


SU MEJOR CEPA


Mamma said (1991)

Kravitz nunca tuvo que mostrar los dientes en días de grunge. La portada de su segunda obra lo retrata: actitud distraída y abrigo de piel para temas pop que sólo incurrían en el riesgo de filtrar el soul sesentero. La muestra: el hit "It ain’t over ’til it’s over".


Are you gonna go my way? (1993)

Enfrentó como un niño mimado el disco de la consagración. Es la hora de que el mundo lo conozca y de volcar sin reparos sus obsesiones: la amenaza hormonal de Prince, las guitarras bien calibradas de Led Zeppelin y Hendrix y la fineza compositiva de Lennon. Nada nuevo en tiempos de reciclaje. Pero un rescate de la mejor tradición de los últimos 30 años que fue aplaudida en días de experimentación desmedida.


5 (1998)

5 lo resucitó con loops y un hambre electrónica que viraban su olfato clásico. Sólo en parte: "Fly away" y el cover de "American Woman" mantenían el aroma a carretera.


Baptism (2004)

Su séptima placa lo devuelve a las raíces de lo clásico y las guitarras sin ornamentaciones: el mismo toca todos sus instrumentos. A tono con el revival del nuevo siglo.