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Isabel Parra e Inti Illimani reestrenan "Canto para una semilla"

Hace 32 años que no se presenta en Chile la obra que Luis Advis compusiera sobre las décimas autobiográficas de Violeta Parra. El montaje, que se presenta hoy y mañana en el teatro Oriente, mantiene a los intérpretes originales y constituye, según éstos, "un gran acontecimiento cultural".

27 de Diciembre de 2004 | 10:52 | Marisol García C., El Mercurio en Internet
Luis
Luis Advis y Horacio Salinas. El recientemente fallecido compositor reconocía que la obra "fue pensada y compuesta especialmente para las calidades interpretativas y técnicas de Isabel Parra y el conjunto Inti Illimani".
SANTIAGO.- Para principios de la década de los setenta, Luis Advis ya había alcanzado un prestigio excepcional en el medio artístico chileno, entre otras razones por la forma musical que le dio a un dramático hecho de nuestra historia —la matanza de los mineros del salitre, en Iquique (1907)— y que tomó cuerpo en las voces de Quilapayún y un nombre ya clásico: la Cantata Santa María de Iquique, mostrada en vivo por primera vez en vivo y disco en 1970.

Era ésa la plataforma que lo sostenía cuando acometió el ambicioso proyecto de convertir también en cantata parte del material autobiográfico que Violeta Parra dejó en sus Décimas, motivado por "la profunda admiración que siento por la poesía y personalidad creadora de Violeta Parra", según explicó entonces. Trabajó en la obra durante 1971, y ya en febrero de 1972 estaba ensayando las partes musicales junto a Inti Illimani, todos juntos en su casa de Iquique. Canto para una semilla -que se presentará hoy y mañana en el Teatro Oriente- terminó siendo uno de los trabajos más apreciados no sólo por sus seguidores, sino también por los admiradores de Violeta Parra, en cuanto fue capaz de comprender y preservar el espíritu de profunda revisión humanista y estética que la hermana de Nicanor desplegó en esas páginas de balance existencial, escritas alrededor de sus cuarenta años.

Parte importante de la altura alcanzada por la obra radicó siempre en quiénes se responsabilizaron de su interpretación; y, de hecho, nadie más que Inti Illimani e Isabel Parra han montado esta obra en vivo. El mismo Advis reconoció alguna vez que la obra "fue pensada y compuesta especialmente para las calidades interpretativas y técnicas de Isabel Parra y el conjunto Inti Illimani, así como para esa excelente actriz que es Carmen Bunster [a cargo de la narración original]". El paso del tiempo hace que este nuevo montaje sea, de algún modo, una vuelta de mano de esos músicos a la confianza en ellos depositada. Fallecido en septiembre pasado, Horacio Salinas destaca que el nuevo montaje de Canto para una semilla es, entre muchas cosas, "un homenaje a la memoria que aún nos ronda de Luis Advis".


Música que incomoda

Estrenada en diciembre de 1972, en el capitalino teatro Antonio Varas, Canto para una semilla ha sido una obra de muestra excepcionalmente limitada. No más de diez veces (en cinco países), según Horacio Salinas, el director artístico de la "facción histórica" de Inti Illimani (la de Salinas, José Seves y Horacio Durán), y que este lunes y martes se reencontrará con Isabel Parra sobre el escenario del Teatro Oriente para montar por primera vez en ¡32 años! en Chile, este valioso trabajo.

—¿Por qué tanta espera?

—Es algo que no podría responder bien –acepta Horacio Salinas—. Una explicación podría ser el hecho que aquí confluyen varias personas que no siempre ha sido fácil reunir, por los avatares de la vida. Para nosotros es complicado hacerla sin Isabel [Parra], del mismo modo que supongo que para ella es complicado hacerla sin Inti Illimani. A un nivel más amplio, puedo hablarte de la deuda que existe en Chile hacia sus creadores populares, que son los que distinguen a Chile en el exterior. Poco a poco el país está cambiando, y ojalá esta obra ayude en algo a ese cambio.

—Asumiendo que habrá alguna gente que igual conoce ya la obra, aunque sea a través del disco (existen dos grabaciones de la obra, la más popular la que fue registrada en Chile 1972). ¿Qué diferencias fundamentales podrían encontrar en los conciertos de hoy y mañana?

—El solo hecho de que no la hayamos interpretado en Chile hace 32 años, hace que el montaje sea un gran acontecimiento. Así lo esperamos, sinceramente. Ahora, Ximena Rivas [en los relatos] es una actriz joven, y antaño fueron actrices más maduras quienes se hicieron cargo de los relatos. Eso le ha dado otro tono a la conducción general.

—¿Tanto como para afectar la música?

—Es que la acerca más a la edad que efectivamente tenía Violeta cuando escribió estas décimas, alrededor de los 40 años. Las obras son un todo, y hay que entender cada elemento como parte de un flujo dramático.

La selección que en su momento realizó Advis de las Décimas, se preocupó de que la estructura siguiese una lógica narrativa que iluminara aquello que sostuvo la vida de Violeta Parra, en toda su intensidad. Se incorporó al final "Gracias a la vida" como una licencia, a modo del mejor epílogo para lo que se ha mostrado previamente. Ciertos versos fueron levemente alterados para fundirse mejor con la música. La obra total se presenta separada en ocho partes.

—¿Coincide en que la sensación en el oyente es, si no de desazón, de profunda inquietud espiritual?

—Bueno, el arte tiene de algún modo esa prerrogativa de incomodar, y surge desde la propia incomodidad del artista respecto a la interpretación de la realidad. Este caso no es distinto. Lo que sucede es que la obra es capaz de mezclar muy bien las distintas sensaciones que se van sucediendo a lo largo de la vida: desazón, euforia, energía y, al mismo tiempo, pesadumbre. La vida de Violeta es la vida de los chilenos. Es el tipo de artista que uno puede decir que habla por muchos, por todos aquellos que tienen una vida más bien desconocida. Violeta no recibió en vida el afecto que ella merecía, y todos los chilenos le debemos ese afecto. Entonces, no diría que ésta sea una obra que produzca desazón ni congoja. Creo que la música es bellísima, y hay momentos de protesta y derrota en el amor, pero también de esperanza. Diría, más bien, que es parte de un momento emblemático del arte chileno en que las reflexiones que se hacían eran muy profundas.

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