Casino de Viña: El tropiezo de Manzanero
Marcelo Contreras 3/1/2005
Hubo un momento, la noche del sábado 1 en el Casino de Viña, en que Armando Manzanero no pudo ocultar su desazón. A la media hora de concierto se secó el rostro por enésima vez con un pañuelo blanco, y contó el tercer o cuarto chiste de la noche.
El cuento (divertido, por cierto) tenía que ver con un artista que fallaba en su número, pese a un buen ensayo general. A esas alturas, el artista mexicano ya había dirigido un par de miradas a su bajista, a la mesa de sonido, y evidentes gestos hacia la batería, para que conectara el pulso de sus baladas. La realidad superaba al chiste, y Manzanero reía a duras penas.
La molestia apenas disimulada del artista, sus propios desbarajustes vocales, los arranques del audio y el destemplado desempeño de su orquesta -un combinado de músicos mexicanos y chilenos-, contrastó con su performance de hace exactamente un año en la misma sala, cuando se reencontró soberbio después de 10 años con el público nacional.
Sin embargo, el compositor de clásicos inmortales del cancionero romántico latino es un hombre de oficio y superó sus dificultades. Tal como en 2004, los mejores momentos del concierto descansaron en un trío de guitarristas y cantantes. Las humildes cuerdas acústicas relajaron a Manzanero. Así olvidó por un rato que los grandes a veces trastabillan.
