
La destacada pianista Hélène Grimaud participa de la iniciativa, que cambia las salas de concierto por los bares de moda.
BERLÍN.- Nada como Berlín para invitar a los virtuosos del piano como Hélène Grimaud a un antro de moda de la noche berlinesa que huele a humo y cerveza para enseñar a amar a la juventud la música clásica.
En "Cookies", un lugar insoslayable de la vida nocturna berlinesa y que todos los martes y jueves se transforma en discoteca, se forman largas colas para ingresar al local.
Pero este jueves centenares se aglutinan ante este santuario de la bohemia de la capital alemana, como ocurre mensualmente con el "Yellow Lounge", una cita organizada por el sello de discos alemán Deutsche Grammophon para promover la música clásica.
Entre los parroquianos del lugar se mezclan mujeres y hombres vestidos con indumentaria elegante, como es habitual en las salas de conciertos. Pero aquí solamente hay que pagar cuatro euros (5,30 dólares) para ver a una pianista por la que se pelean las grandes salas. Hélène Grimaud, nacida en 1969 en Aix-en-Provence (sur de Francia), reside y trabaja desde hace 15 años en Estados Unidos.
"Ante el fracaso de atraer a los jóvenes a las salas de concierto, me dije que había que desplazar la música clásica hacia sus lugares de encuentro", señaló Per Hauber, quien propuso a Deutsche Grammophon la realización de estos recitales en locales nocturnos bajo el sello Yellow Lounge.
Varias ciudades alemanas están en la lista de la compañía fonográfica, pero en Berlín el concepto ha adquirido ya dimensiones institucionales.
Obras de Bach, Rachmaninov y Chopin desfilan ante el auditorio. Decenas de jóvenes escuchan con sus copas de cerveza en la mano, tras haber aguardado con expectación el comienzo del concierto en una sala en penumbra, con lámparas de otras épocas, videos psicodélicos proyectados sobre las paredes y DJs mezclando ráfagas de música clásica.
Se escucha el bullicio del público en el pasillo. Se oye el chirrido de una puerta cuando alguien va al baño o el estrépito de una botella de cerveza cuando cae al suelo.
"Nunca toqué en un lugar igual. ¡Qué efervescencia!", declaró a la AFP Grimaud después del concierto. "Noto la expectativa, el deseo de este público que manifiesta sin inhibición su calor humano. Es una bella comunión", dijo la pianista.
El ruido ambiental de "Cookies", a juicio de la pianista "es el precio que hay que pagar para tener la oportunidad de descubrir esto. Y estoy dispuesta a pagarlo", señaló.