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¡Agua! 21/3/2005

24 de Marzo de 2005 | 20:22 |
Íñigo Díaz

Es evidente que la última de las big bands creadas en Chile no va a detener su marcha si no hay un pretexto demasiado contundente como para silenciarla.

El Ensamble Latinomoderno tiene apenas unos meses desde su creación, pero ya está lista para congregar de urgencia a todas las compañías de bomberos que crean ser capaces de apagar el incendio provocado por sus músicos pirómanos.

Ya fichó como la primera de las orquestas que se presentarán en el próximo Festival de Big Bands de Valparaíso.

La noche de su presentación supuso uno de los puntos altos (posiblemente el de mayor altura) en las cuatro jornadas del festival jazzístico organizado por la Universidad Católica. Lógico, el Ensamble Latinomoderno estaba en su ambiente más cómodo: el de la música afrocubana y el latin jazz. Es la única orquesta criolla (sin contar la nómade big band del saxofonista chileno Raúl Gutiérrez llamada Irazú) que practica ciento por ciento el lenguaje latino cadencioso. Si hasta su director prueba en el escenario unos pasos de baile de caderas móviles. Sólo le faltó la compañía de la chica morena e intrépida fotógrafa que se descolgó por las alturas para obtener sus mejores imágenes.

Como su nombre lo sugiere en un interlineado, esta orquesta pretende ser la nueva insignia de la Escuela Moderna de Música. Es ahí donde hace mucho tiempo opera también una orquesta de cámara dirigida por el violista Luis José Recart. El Ensamble Latinomoderno quiere ser la versión "gozadora" de la Orquesta Moderna. La que en lugar de sobriedad ponga el arrebato, y que en vez de promover el silencio del público llame al desbande. Mucho de eso lograron los hombres de negro al mando del pianista Juan Manuel Arranz y el percusionista David Ortega. Ambos, músicos cubanos que saben de lo que hablan cuando hablan de afrocaribe en cada una de sus expresiones sonoras.

Aquella estupenda entrada con "Mambo inn" (Mario Bauza) fue un llamado de atención a un público algo estático en los comienzos. Pero el suministro continuo de descargas alternadas entre las filas de trompetas, trombones y saxofones hizo que esa inmovilidad fuera cambiando a la velocidad de una caída libre. Vimos muchachas veinteañeras (¿por qué los hombres no bailan tan sueltamente como las mujeres?) ir perdiendo la compostura de manera progresiva.

Dos días antes la Big Band UC (orquesta de la casa que abrió el festival) había puesto a disposición del público su propia forma de entender el latin jazz. Algo tímida posiblemente, porque su raíz proviene de la tradición del swing orquestal. El Ensamble Latinomoderno, en cambio, fue programado desde la fábrica para tocar latin jazz. "A night in Tunisia" (Dizzy Gillespie), "Guataca city" (Paquito D’Rivera), "Ran kan kan" (Tito Puente) o "Manteca" (Chano Pozo) son emblemas indestructibles para los de Arranz. Incluso las "Miguelito se comió la pascualina!!" y "Pasturry", piezas compuestas por jóvenes compositores chilenos (Felipe Fuentes y Juan Ignacio Mendoza) estaban preconcebidas para esta orquesta latina.

Una big band para no perderla de vista. Porque además de Arranz y su magnífico tumbao al piano (seguramente eligió una pieza de Michel Camilo para demostrar su categoría en el lenguaje afrolatino como teclista) y el motor de Ortega en los accesorios más diversos, la inclusión de solistas cubanos le dan otra jerarquía: Lino Barbolla (saxo tenor y traversa), Reinaldo Capote (trompeta) y Michel Brínguez (trombón). Eso sin contar el excelente momento por el que transita Ignacio González como activo altoísta en la escena bop chilena (forma un histórico tándem con el trompetista Cristián Cuturrufo).

Y para el recuerdo, uno de los mejores momentos: el solo de pandeiro y voz de un joven percusionista cuyo nombre, lamentablemente, se nos extravió en la noche de la juerga.
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