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Llegó el hippy-hop 20/6/2005

20 de Junio de 2005 | 00:00 |
Si el hip-hop se divide entre los raperos de protesta y los raperos sensibles, la Congregación de Hermanos Contemplativos, el grupo más imaginativo del rap en Chile, viene a zanjar el problema: el hippy-hop es consciente y sensible al mismo tiempo.

David Ponce


No basta con decir que CHC es un trío de hip-hop chileno: la cuota de tres no alcanza para todo lo que tienen en la cabeza. Partiendo por la cantidad de gente que sumaban a juzgar por su primer disco, Bastante real (2003), donde los raperos de CHC firmaban como Palabra, Joven, PepGel, Sed, Konejo Urbano y Piedra. El segundo disco, What it is es lo que es (2004) ha venido a aclarar el punto. Pedro Subercaseaux en voz e instrumentos: él es Piedra. Gabriel Díaz en voz: él es Palabra Lenta, o Palabra a secas. Y Sebastián Silva en voz: él es Joven, PepGel, Sed y Konejo Urbano.

Con la misma imaginación desbordante aplicada a las rimas y a la música, CHC ha sido capaz de samplear un bolero o de tocar sabrosos ritmos funk para rapear sobre los asuntos más diversos: la inspiración, la ternura que provoca un niño chico o la teoría de la evolución aplicada a Bush y Michael Jackson en "Bastante real", y, en "Es lo que es", el equilibrio espiritual, la ignorancia armada o un verso que simplemente dice "Este cuerpo quiere party, esta fiesta quiere body", perfecto para una clase de inglés entretenido. CHC es hip-hop consciente, pero también sensible. Por algo el nombre significa Congregación de Hermanos Contemplativos.

Los inicios de la Congregación datan de fines del siglo pasado, en la época del rap chileno en que Tiro de Gracia grababa su tercer disco y recién se formaba el dúo Hermanos Brothers. Pedro y Sebastián fueron los primeros en juntarse y Gabriel se unió dos días mas tarde. Los tres nacieron en abril: Pedro en 1978, Sebastián y Gabriel en 1979. El trío debutó en 2001, al cierre de la exposición "Estamos en el cielo" que Sebastián Silva, también pintor, montó en una casa abandonada en Providencia.

"Era súper interactiva. Había una sala que se llamaba ‘Problemas’: treinta y seis problemas humanos ilustrados. Flojera, depresión, envidia, egoísmo. Y había una cartulina blanca que decía ‘Soluciones’. Y la gente escribía soluciones. Se llenaba", recuerda el artista. Y la Congregación de Hermanos Contemplativos compartía el mismo ánimo. "Ahí empezó mi onda predicadora, que me ha jugado en contra igual" sonríe. "A veces me siento un poco atrapado por mis mismos preconceptos o ideas sobre modos de vivir. Hemos conversado con CHC y yo creo que lo que se viene va a tener un poco menos de eso".

–¿Menos idealista?

"Un poco más divertido y descomprometido. Es verdad que es muy ético. A mí me fascina la canción ‘Se siente bien’ (del segundo disco), pero parte con ‘Si quieres ayudarte, tranquilízate’. Igual puede saltar alguien del público y decirte: "Tranquilízate vos, h...". De más. Cada uno hace lo que quiere. Creo en la misión igual, pero hay formas mucho más artísticas quizás de hacerlo".

–¿Crees que CHC es un poco ingenuo?

"No nos podemos hacer los tontos con el nombre de la banda, que se llama Congregación de Hermanos Contemplativos. Pero todo eso es una gran humorada: podríamos perfectamente salir a cantar disfrazados de cura y calza. Si no tuviéramos humor sí que no podríamos cantar eso: ahí sí nos transformaríamos en los más chulos de la escena musical".


Hip-pop

En el primer disco del trío, Pedro Subercaseaux se basó en samples y ritmos secuenciados. En el segundo, en cambio, echó mano a su condición de músico de grupos como Hermanos Brothers y Tropiflaite e invitó a diversos colegas como Cee Funk, de Los Tetas, el pianista Michel Maluje, de La Rue Morgue; Adonai, ex productor de Tiro de Gracia; Original Hamster y otros. Mientras, sus dos socios se encargan de los versos.

"Y de la melodía", precisa Sebastián. "Es un ejercicio muy hippie: me entra una melodía y una letra, la empiezo a cantar y la sacamos con Pedro. Yo no sé nada de música, pero he escuchado puro pop toda mi vida, entonces me salen melodías poperas. A Gabriel también. De la instrumentación se encarga Pedro con sus amigos. Con Pedro vivimos juntos ya hace seis años, así que entendemos demasiado bien lo que hablamos".

Se entienden al punto de que Piedra y Joven comparten otro grupo en común: Yaia, devotos del ritmo caribeño del calipso. Y a eso se suma el disco solista de Sebastián, bajo el nombre de Iwannawin & Friends, fiel a su inclinación por escribir canciones en inglés, idioma que aprendió en un viaje a Canadá en 1999 y que ejercita en cada uno de los viajes anuales que emprende a Estados Unidos.

"Este año queremos ser un poco más pro (profesionales). Tratar de sobrevivir más con la música. A la gente le gusta CHC, ya vamos en el segundo disco, hay videoclips que están bonitos, no nos tendría por qué ir mal. Yo no le llamaría perder, sino invertir, pero hasta ahora ha sido una actividad medio filántropa, por el aspecto medios pseudoreligioso que tiene CHC", sonríe. "Estamos destinados a nunca ganar dinero".

Hay un nombre para este estilo: CHC es hippy-hop. Hip-hop amable.

"Eso no va cambiar", dice Sebastián. "Sí podemos irnos un poco más en la poesía, no ser tan claros con las letras. Eso viene con madurez, también". Aunque hasta el hippy-hop tiene pruebas que superar. Como aquella actuación que CHC tuvo que dar en una discoteca de Maitencillo en el verano último.

"Ay, lo peor", recuerda Joven. "Era como interrumpir una fiesta de A mover la chirimoya: puros tipos abeceuno curaos bailando ese tipo de música, querían todos agarrarse minas, y nosotros estábamos como en una escalera arriba, se cortó la música, nadie sabía por qué, miraban y no veían nada, y nosotros empezamos con ‘Se siente bien’: la canción más melosa de todas. Y todos como ‘¡¿qué pasa…?!’. Me llegó un hielo en la cara mientras cantaba. No, fue una vergüenza eso".

Hay un nombre para este episodio: el martirologio de los Hermanos Contemplativos.

"Te juro que terminé deprimido. Pero Gabriel quiso decirles algo buena onda. ‘Oye, bueno, ojalá que disfuten su verano’. Y todos empezaron así (con el dedo medio levantado). ‘Bueno, y todos los que tienen el dedo parado, métanselo por el…’. No pudo soportar. No pudo ser buena onda. Y ahí terminó el show".

La Congregación intentó mantener la armonía. Pero, por una vez, Ghandi no funcionó.

"La dura", coincide Sebastián.

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