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Una velada para recordar 8/7/2005

08 de Julio de 2005 | 23:37 |
Gilberto Ponce

Sorprendente es el calificativo que le cabe a este conjunto italiano, que se ha especializado en versiones que han revitalizado las interpretaciones de la música barroca. Lo interesante es que esta revitalización la realizan a partir del barroco y sus propios elementos, sin tratar de incorporar "supuestos instrumentos o elementos" que "habrían querido utilizar" los compositores de ese tiempo, cuestión bastante común en la ópera y el teatro actual.

Sorprendentes en razón de su virtuosismo, afiatamiento, como también por el novedoso enfoque con que enfrentan las obras, pero sorprendentes también por un cierto manierismo en las interpretaciones, que pudiera llegar a producir un cierto rechazo.

Es difícil quedar indiferente ante su estilo, que va desde las sutilezas de increíbles pianísimos, hasta ataques de buscada dureza, como asimismo por el uso exhaustivo de todos los recursos dinámicos.

Nada de lo producido por el conjunto es por azar, pues todo brota de los dibujos que realiza con sus gestos el director Giovanni Antonini, quien busca en sus músicos sonoridades, ritmos, acentuaciones e inflexiones expresivas, logrando de ellos una respuesta de ejemplar disciplina, incluso cuando se toma libertades en los tiempos.

Tanto Enrico Onofri, su violín solista, como el ya mencionado director Antonini -que toca toda la gama de flautas dulces y traveseras barrocas-, son una muestra contundente del virtuosismo al que hacíamos referencia. Sus actuaciones resultan a veces increíbles por la precisión, velocidad, dinámica y articulaciones.

El desempeño de Onofri en el Concierto en Re mayor RV 208 "Il Grosso Mogul" de Antonio Vivaldi, puede ser considerado memorable, incluso en la ornamentaciones donde hace uso de ciertas libertades de afinación y de tempi.

El programa ofreció además el Concerto Grosso en La menor Op. 5 N°4, de un severo barroco tardío.

El famoso Concerto Grosso en Si menor Op. 6 N°12 de Georg Friedrich Haendel les permitió adentrarse en un estilo diferente al italiano, rescatando tanto su elegancia como virtuosismo. Recordamos particularmente los fraseos sutiles de los movimientos lentos, así como la certera precisión del movimiento final.

De Pietro Antonio Locatelli interpretaron su hermoso Concerto Grosso en Si menor Op. 7 Nº 6 llamado "El llanto de Ariadna", de poderoso sentido dramático descriptivo, en el que el conjunto logró cimas notables de expresión. Pausas y silencios convertidos en música. Temores, esperanzas y anhelos se plasmaron en su excelente interpretación. El Largo final y su memorable conclusión en pianísimo, serán difíciles de olvidar.

El Concierto para 4 violines, cuerdas y bajo continuo de Antonio Vivaldi Op. 3 N° 10 RV 580 nos mostró el afiatamiento de los cuatro solistas con las cuerdas acompañantes. Preguntas, respuestas, imitaciones, con inteligentes fraseos, donde solo advertimos pequeños desajustes de tiempo en el violín segundo, que no desmerecieron para nada el resultado final.

Como plato de fondo, el director Giovanni Antonini se presentó como solista y director en el Concierto para en Do Mayor RV 444 para piccolo, cuerdas y continuo de Antonio Vivaldi. Su versión, aparte de todo el histrionismo mostrado por el solista, fue de extremo virtuosismo, mostrando una digitación impresionante, en una certera demostración de musicalidad.

Ante el entusiasmo del público ofrecieron tres encores de gran factura.

En resumen, el debut en Chile de una esperada visita, que no dejó indiferente a nadie, tanto por la calidad de los músicos, como por la originalidad de sus interpretaciones, sobre las que solo cabe, o bien rendirse ante ellas, o simplemente disentir de los enfoques, pero sin dudar de la extraordinaria calidad de los intérpretes.
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