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El jueves en el Teatro Oriente, el cantante español se valió de rumba y letras punzantes para descargar un arma de destrucción masiva sobre Santiago. De terror.
David Ponce
Éste no va a ser un cantautor como los otros. Ni como un trovador de metáforas, desde luego, pero tampoco como un sabandija romántico a lo Joaquín Sabina. De hecho no hay una silla ni un atril en el escenario: lo que hay es un sofá, y cuando Albert Pla entra al lugar lo hace cantando con un micrófono inalámbrico, una guitarra colgada al cuello y caminando envuelto en una especie de jumper con las canillas al descubierto que lo hace ver pálido y desgarbado mientras anda y se tumba en el sofá y con una vocecilla ingenua y nasal canta su primera historia sobre un policía abusivo que siembra el terror en la población.
Es la segunda visita a Chile del cantante catalán, y pronto será Albert Pla quien siembre el terror entre esta población. Unas mil personas han venido al capitalino Teatro Oriente a ver su espectáculo musical y teatral "Matacerdos", y es un público que en su mayoría reconoce las canciones de sus discos en catalán y español
Ho sento molt (1989),
Aqui s’acaba el que es donava (1990),
No sólo de rumba vive el hombre (1992),
Supone Fonollosa (1995),
Veintegenarios en Alburquerque (1997) y
Cançons d’amor i droga (2003), recreadas aquí junto al guitarrista gitano Diego Cortés y a Judith Farrés, quien se encarga de un laptop, teclado, coros y clarinete.
¿Multimedia? "No. Podemos considerarlo como un espectáculo multi-mierda", definió alguna vez el artista en la prensa española. Ahora Albert Pla va de a poco, soltando primero los versos de amor de una canción como "Añoro" (1995) o los de despecho de otra titulada "Sufre como yo" (1995). Pero si en la propia "Añoro" el artista entona
"Me hace falta / lo que no viví ni en sueños", el verso siguiente será
"Añoro, por ejemplo, / no haberme follado a Marta". Y pronto Albert demuestra que además reportea en la realidad local antes de montar el espectáculo. "Al parecer hay dos personajes políticos aquí: Joaquín Lavín y el Negro Piñera", sondea, y luego canta "Joaquín, el necio" (1992), una canción que enarbola el verso
"Por qué mi mujer se ha ido con un negro" y que transita desde los celos a la castración.
En un momento Pla y Farrés se van detrás del escenario y el lugar queda en poder de Cortés, que no es menos gracioso. El guitarrista del elenco es increíble por algunas razones: la más obvia es la de que toca como una bestia, pero otra es que ejecuta (nunca mejor dicho) partes de piezas tan obvias de la guitarra española como "Asturias", de Albéniz, o "Entre dos aguas", de Paco de Lucía, que hasta parece ironía. Después de cada puñado de rasgueos estira los dedos como un gladiador que se sacude la sangre de las manos, y da una clase física de acrobacia que incluye virtuosismo, exceso, vehemencia, efectos de sonido, zapateo y un final desaforado con el artista tocando parado en medio del escenario.
Cuando contraataca Pla y ya viene armado hasta los dientes. Viene una canción sobre un espalda mojada que pretende entrar a "ese maravilloso país llamado Estados Unidos", donde
"Le esperaban los federales / licenciados en humanidades", y de cómo el porro que iba fumando prende fuego a toda Texas y luego a
"las dos Carolinas, la pobre Virginia" y luego a Nueva York, a "el rap hip hó" y a todas las reservas misilísticas y nucleares de
America: todo lo que imaginaron los autores de "El día de la independencia" y otras catástrofes del cine lo consigue un cantante catalán con un pitillo.
En ese punto Albert Pla es un arma de destrucción masiva de las que hablaba G.W. Bush. En la canción "La dejo o no la dejo" (1997), originalmente censurada por su propia casa disquera, el hablante tiene por novia a una eficiente terrorista, y lo que para el resto son atentados para él es un asunto sentimental. A cinco años de las Torres Gemelas, a uno de Atocha y a días de Londres, hay que ser genuinamente incorrecto para aludir al tema, y Pla es corrosivo. Menos se iba a salvar José Luis Perales: tal como hizo para la película «Airbag», de Juanma Bajo Ulloa, Albert canta "Soy rebelde", el bonito éxito de Jeanette escrito por Perales, que es como "My way" cantada por los Sex Pistols, o como "Resistiré", grabada por Fiskales Ad Hok, o como lo que pudo ser la propia "Soy rebelde", mal recreada por Attaque 77 y bien hecha por Albert Pla: punk.
No por nada este hombre pasó la adolescencia viendo en vivo a La Polla Records y Kortatu, los dos mejores grupos del punk español. Y no por nada hacia el final canta "El lado más bestia de la vida", que es una sorprendente versión rumbera para la canción "Walk on the wild side", de un corrosivo mayor, Lou Reed, rehecha aquí con sabrosos
lailo lailo como aderezo. "Por el lado más salvaje de la vida", traduce el cantante catalán. "Por el lado más bestia de la vida", precisa luego. Por ese lado anda Albert Pla. A lo bestia.
Albert Plá