Sergio Escobar
Nuevamente nos visitó la Orquesta Filarmónica de Israel, una de las mejores del mundo, con su director vitalicio Zubin Mehta. Ante un Teatro Municipal colmado escuchamos la Sinfonía "Júpiter", de Mozart y, en la segunda parte, la extensa (80 minutos) Sexta Sinfonía de Mahler. En la sinfonía de Mozart, tocada con orquesta reducida, escuchamos a la famosa agrupación y su prestigioso maestro en una excelente interpretación que el público ovacionó. Era lo esperado. Pero no lo que ocurrió con la magna sinfonía de Mahler, porque se produjo algo milagroso que pocas veces nos ha tocado compartir en muchos años de asistir a conciertos.
La gigantesca orquesta guiada por su estupendo director nos trajo a Mahler con todas sus contradicciones y verdades, pero hablando en lo que de veras es su idioma musical y convenció a todos de su genio y de que los seres humanos tenemos problemas propios que también son de muchas otras personas.
Hay mahlerianos que creen que esto de examinar los problemas de entorno desde su propia experiencia y fantasía, tiene plena validez como procedimiento y se llega a firmar, por ejemplo, que en la Sexta Sinfonía está anunciado el colapso del Imperio Austro-Húngaro y la llegada de la Gran Guerra. No es tan raro, pues conocemos en Santiago otros que atribuyen a las sinfonías de Mahler significados aun más rebuscados, pero lo importante es que todos los que escuchan esta música sienten que alguien les está hablando directamente y se lo agradecen. Pero no basta tocar la música, porque el milagro de conformar a todos rara vez se produce, dado que el tremendismo de las orquestaciones sólo es abordable por músicos virtuosos que, en conjunto, traten de traducir sus frases personales de la mejor manera y siempre que haya un director guía que conozca profundamente y ame la música de Mahler. Las orquestaciones de sinfonías como la Segunda y Sexta parecen bosques de muchos árboles y diferente follaje, eso salta a la vista, pero sólo en las grandes interpretaciones uno aprecia incluso el diferente color de las hojas. Sólo entonces uno escucha una obra genial y maravillosa. La Filarmónica de Israel y Zubin Mehta nos brindaron esto en una noche excepcional y mágica.