Marcelo Contreras
Muchos son los rostros de Fito Páez. El que corresponde a su última visita en promoción de su álbum Moda y pueblo, que partió el viernes 26 por la noche con el teatro Teletón repleto (y que culmina hoy en el mismo lugar), es su faz más expresiva. El gesto dominante es dramático: un quinteto de cuerdas interviene en varios pasajes, con el argentino al frente de su teclado, secundado por bajo y batería.
En un comienzo, el barroquismo de los arreglos y los clásicos gestos espasmódicos de Páez, que sugerían como siempre la estampa de un geniecillo loco, parecían dominar la noche. "Desarma y sangra", de Serú Girán, resultó magnífica, como menor su aventura de musicalizar "Romance de la pena negra", de García Lorca. Sin embargo, Fito matizó cuando el ensamble se reducía a bajo y batería con él tras las teclas, o al mando de una guitarra acústica. Si las cuerdas timbraban intensidades algo pomposas, la alineación de trío equilibró la entrega hacia la vibra rockera. La audiencia siguió cada giro musical de Páez, fiel a la pasión que despierta su instinto pop de alta factura. Simplemente cayó rendida.
