Juan Antonio Muñoz H.
El público de Viña de Mar enloqueció con el recital que la soprano Sylvia Sass ofreció el sábado 20 de agosto en el Teatro Municipal. El genio comunicativo de la intérprete, su musicalidad y la forma de convertir cada Lied del extenso programa en una escena dramática desbordaron de emoción a los asistentes.
17 números firmados por Brahms, Liszt, Richard Strauss, Kodály y Gluck dieron forma a esta master class, durante la cual Sylvia Sass viajó por un repertorio que le es connatural, al que se ha dedicado desde sus inicios y que atiende casi de manera exclusiva desde su retiro de los escenarios de ópera. Con algo menos de volumen que antaño, la voz responde con generosidad en centros y agudos, donde mantiene belleza y personalidad; los graves, en cambio, suenan algo opacos y fijos. Pero permanece viva la artista. Una que reconoce y da a entender las posibles lecturas de cada frase, dueña de un porte escénico apabullante y que es capaz de crear para cada canción una curva expresiva conmovedora.
La delicada y joven pianista francesa Alexandra Aubert fue una compañera cuidadosa, que triunfó en el endiablado dedaje de Kodály y en la compleja escritura de Liszt; en cambio, sus Brahms clamaron por una mayor densidad sonora y ciertos Strauss fueron algo distantes.
"Von ewiger Liebe" (Brahms) permitió a Sylvia Sass lucir su talento de actriz en ese diálogo de dos enamorados que vislumbran el amor eterno; "Vergiftet sind meine Lieder" (Liszt) estremeció con esa invocación a los poemas envenenados por el despecho; "Morgen" (Strauss), con su contemplativa aspiración al "silencio de la felicidad", hizo que el Municipal de Viña se viniera abajo; "Die heiligen drei Könige aus Morgenland" (Strauss) permitió al público asistir, a través de la gestualidad de la soprano, a la revelación del Niño para los magos de Oriente; "Kitrákotty messe" trajo el encanto de un cuento popular húngaro, con inolvidables recreaciones del mundo animal, y la gran escena de Clitemnestra (ópera "Ifigenia en Áulide", Gluck) fue el vehículo exacto para que la cantante desplegara su famosa y celebrada intensidad. Los aplausos prolongados obtuvieron como regalo la "Habanera" de "Carmen" (Bizet).