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Brillante y contenido 5/9/2005

09 de Septiembre de 2005 | 17:49 |
Víctor M. Mandujano

Un programa enteramente dedicado a Tchaikovsky ofreció la Orquesta Sinfónica de Chile dirigida por el titular David del Pino Klinge, el viernes y sábado, en el teatro universitario.

El experimentado pianista italiano Paolo Restani abrió el programa con Concierto Nº 1 en Si bemol menor Op. 23, compuesto a fines de 1874 y orquestado en enero de 1875.

La obra (aún sin orquestar) recibió críticas implacables de Nicolai Rubinstein, a quien Tchaikovsky la había dedicado, diciendo que "carecía de valor y era inejecutable". La estrenó Hans von Bülow en octubre de 1875, con la Orquesta Sinfónica de Boston y, tras las revisiones que el compositor le hiciera en 1876 y 1889, es hoy uno de los conciertos más populares del mundo.

Restani lo interpretó en forma magistral, con un piano en su justa medida. Despliegues virtuosísticos cuando así se demandaron, y un instrumento trabajado en forma concertante en algunos pasajes. Esa es la mejor de las lecturas, puesto que la tendencia general es la de "abrillantar" la obra, lo cual termina por aplanar sus exquisitas sutilezas. Destreza técnica en complicados arpegios y un ejemplo en el uso del pedal fueron otras de las virtudes de su notable lectura. La orquesta respondió en forma brillante, con un sonido mórbido y envolvente, de la mano del gran director que es Del Pino.

Apremiado por los aplausos, Restani ofreció dos Preludios del Op. 32 (5 y 6), de Rachmaninov.

El programa finalizó con Sinfonía Nº 6 en Re menor Op. 74 "Patética", concluida el 31 de agosto de 1893. Fue estrenada y dirigida por el compositor el 28 de octubre de 1893 en San Petersburgo, una semana antes de su muerte, a los 53 años.

Planteada en cuatro movimientos, es emocional, de sufrimiento, y la recepción tras su estreno fue fría. En aquel tiempo Tchaikovsky sufría el terror de ser descubierto en su homosexualidad y preferencias por un sobrino del duque Stenbock-Thurmor. Ventilar públicamente el secreto hubiese sido un desastre para el sensible músico. De modo que algunos historiadores descartan el hecho de su muerte por cólera manejando incluso la teoría del suicidio.

La Sexta es una obra que nace desde lo más profundo de la orquesta, con las cuerdas bajas acompañando al fagot que interpreta la doliente melodía introductoria, que luego quiebra en una tempestad con enfurecidos timbales y brillantes metales.

Sobreviene un extraño vals (en 5/4), que agrega una doliente alegría transformada luego en una bellísima romanza para las cuerdas. Se advierten melodías del folclore que alcanzan un clima enérgico y brillante, hasta que al final (Adagio), la música se hace más baja para regresar a las profundidades de las que provino.

Del Pino supo interpretar el íntimo espíritu de esta postrera sinfonía, y la orquesta respondió admirablemente. Tal vez, hubiese sido mejor invertir el orden del programa. La "Patética" no es precisamente una obra que desborde en optimismo.
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