SANTIAGO.- Grandilocuencia y descontrol son las dos palabras con las que se podría resumir a este anunciado regreso a las pantallas de televisión de Cecilia Bolocco.
Fue el primer día de la primavera el que Cecilia escogió para este regreso y fue Mega ("pero con empresa propia", como se encargó de aclarar la propia anfitriona) el canal que eligió para volver en gloria y majestad a la televisión chilena.
¿Desde hace cuánto tiempo que no la teníamos aquí? Por más que hace el esfuerzo, El Televidente no es capaz de recordarlo. Pero qué importa cuánto tiempo ha pasado, si lo que importa es que ya está de regreso.
Y vaya regreso.
Todo comenzó a las 22 horas en punto cuando comenzaron a sucederse a gran velocidad una gran cantidad de imágenes de la reina de Chile en diversas partes del planeta, echando mano a toda su amplia gama de facetas: profunda, reflexiva, juguetona, relajada. Pero siempre sonriente.
De inmediato, empezaron a llegar de a uno los invitados al Palacio Riesco: El Puma Rodríguez, Marcelo Salas, María José Prieto, Carola Parson y Sebastián Layseca, entre otros.

Y luego, por supuesto, ella, radiante, espléndida. "Con la simpatía y el garbo que sólo ella posee", como chillaba el presentador mientras los focos se volvían cada vez más locos a la entrada del Palacio Riesco.
De inmediato la ex reina de belleza lanzó sus primeras palabras de buena crianza: "He estado lejos, pero siempre lo he tenido en mi corazón" (El Televidente se pregunta en ese instante ¿Se referirá a su marido? ¿O al público chileno?).
Pero la diva de Chile también fue capaz de darse algunos gustos, como agradecer a los periodistas, pero también enrostrarles a algunos “que no siempre me han tratado muy bien que digamos” (¡bellacos! exclamó El Televidente desde su trinchera).
Pero mejor saltarse los detalles, porque fueron tantos, que este comentario podría llegar a pesar fácilmente unos cuantos mega bytes.
Mejor sigamos con el programa, porque mientras Cecilia invitaba a pasar a sus invitados al interior de Palacio, El Televidente observaba un sketch previamente grabado, en el que aparecía Felipe Izquierdo caracterizando al mayordomo mamón y afeminado de Cecilia Bolocco (El televidente piensa que no había mejor papel para Izquierdo en este circo). En este mismo Sketch, Cecilia hizo alarde de su histrionismo, encarnando a la neurótica y anoréxica empleada doméstica de la propia Cecilia Bolocco (ya se sabe que están de moda los desdoblamientos). Se trataba de un sketch en el que también participó el comediante argentino Antonio Gasalla, quien protagonizó esa hilarante e imperdible película argentina llamada “Esperando la carroza”, en 1985, pero que en esta oportunidad, no logró sonsacar ni la más mínima sonrisa al Televidente (quien hidalgamente reconoce aquí que tenía motivos para no tener ganas de reír, pero que de todas formas, en condiciones normales, está seguro, tampoco se habría reído).

El poco afortunado y demasiado extenso gag (para ser franco, todo el programa se sintió demasiado extenso) dio paso al set donde Cecilia estaba en vivo con todos sus invitados, quienes de inmediato se hicieron muchos. Una verdadera multitud, a la cual la anfitriona fue preguntando uno por uno “¿Cuál ha sido el sueño que le falta por cumplir?” y luego, siguiendo con las preguntas extremas y forzosamente profundas “¿Cuál ha sido el momento más difícil que les ha tocado vivir?”.
En ese momento, sin arrugarse, Cecilia le preguntó al Puma sobre la enfermedad de su hija Evangelina, pero el venezolano no quiso ahondar en el tema. Le preguntó a Marcelo Salas por su relación con su ex mujer y el cuasi retirado ariete respondió que estaba todo bien, pero que tampoco quería referirse mayormente al tema. Intentó indagar en la conocida experiencia de abuso sexual de María José Prieto y la actriz tampoco quiso referirse al tema.
De a poco el público presente, que miraba desde arriba, empezó a aburrirse, lo mismo El Televidente que comenzó a rogar por unos comerciales.
Pero nada. El programa seguía, sin cortes. Otro sketch, luego más preguntas que intentaban escudriñar en el corazón de los invitados, pero que los invitados evadían con facilidad. Siempre hablando por turnos. Jamás se dio una conversación fluida (aburrido hasta el tuétano, El Televidente se preguntaba ¿Por qué no los habrá hecho entrar de a uno, como lo hizo ella misma en sus anteriores programas?)

El problema es que a esa altura no eran los invitados ni la anfitriona los verdaderos protagonistas del programa, sino los problemas de audio y las innumerables descoordinaciones que de a poco fueron haciéndose reiterativas, hasta que terminaron apoderándose de todo.
Y como si no hubiera bastado con toda esa locura de voces anónimas que se escuchaban dando instrucciones, con todos esos micrófonos que no funcionaban, con todo ese desorden incontrolable, en un momento que El Televidente no fue capaz de determinar (quizás fue cuando se paró al baño) el escenario, que era una sala de conversación, se había convertido en una enorme sala de juego, donde los invitados debieron correr por sobre colchones de colores, con inmensas cucharas, acarreando enormes huevos de una canasta a otra. La Bolocco literalmente se sacó los zapatos por sacar ese segmento adelante. El Televidente no podía creerlo.

Lo mejor del programa fue sin duda la transmisión de la entrevista que la ex reina de belleza chilena le hizo a Cindy Crawford en su casa de San Damián, y en la que el pequeño Máximo hizo su debut en televisión (al Televidente le pareció que el nene salió más parecido al padre, lo que permite ahorrar comentarios).
El resto, fueron una continuidad de baches, distracciones, y descoordinaciones (situación que El Televidente asume será superada a la brevedad por el equipo de producción), en el que igual todos terminaron bailando felices de la vida, al ritmo de "Diosito Santo" del Puma Rodríguez, como si no hubiera pasado nada.
Mientras todavía no terminaban de correr los créditos del programa (ya pasada la medianoche), El Televidente concluyó que Cecilia Bolocco es capaz de hacer lo que se le plazca en televisón. Anoche fue capaz de sorprender, fue capaz de improvisar, fue capaz de apagar los más voraces incendios, fue capaz de chacotear y fue capaz de aburrir profundamente, pero sin perder jamás una gota de su acostumbrado glamour.